O Sea: ¿O Progresá pio la Atraso?
Miguel Delibes (1920-2010)
-novelista español, abogado, docente y periodista- al ingresar a la RAE,
denunciaba la corrupción del progreso: “competencia sin límites, necesidades
superfluas, destrucción de la naturaleza, extrema miseria y despilfarro”.
Vivimos disparados
hacia el progreso, pero ese disparo tiene un peligroso retroceso, que impone
valorar en qué medida lo que se avanza se justifica con lo que se
retrocede -dice José R Ayllón, en Desfile de Modelos p. 144.
El progreso es tal
cuando hay bienestar general. No solo de ladrones. Con razón W. Shakespeare, llamó
al dinero “prostituta universal”. Una democracia fallida enriquece solo a corruptos,
elimina a los pobres, ignorantes y débiles a quienes dicen servir.
La prensa escupe
una y otra vez, la Declaración Jurada de muchos “servidores públicos”, hoy
hiper-millonarios, pero mboriahú chapí antes de ocupar cargo en la función pública….decía aquel profesor.
El siglo XXI idiotiza con la "tecnociencia",
pero es incapaz de cambiar al humano, para no humillar, violar, degradar, robar, matar. Las nuevas generaciones crecen -en general- “decapitadas” -aun con
grado académico- y faltos de moral -con conciencia averiada-.
¿Prueba?: Los colosales
índices de asesinatos, agresiones, violaciones, asaltos aquí y allá, por
izquierda y por derecha, de mañana, tarde y noche, de modo que a mayor
acumulación humana, se elevan las estadísticas de crimen, robo y muerte.
Esta evidencia y
el aumento de las llamadas “enfermedades de la civilización”, según
Delibes ratificaba la afirmación de Erich Fromm que, para conseguir una próspera
economía «hemos producido millones
de hombres enfermos».
El autor
recordaba la amarga profecía de Rossellini: «nuestra civilización morirá por apoplejía porque nuestra
opulencia contiene en sí las semillas de la muerte».
Sólo si se toman iniciativas
de carácter global, podrán ponerse en práctica acciones para corregir la deriva
destructiva, el respeto a la dignidad humana y a la “casa común” (Papa Francisco). Nuestro planeta se salvará entero
o se salvará hundirá entero.
Delibes expresa sus
recelos: «Así las cosas…el actual
sentido del progreso no me va…Bien mirado el Hombre no ha aprendido más que a
competir y cada día parece más lejana la fecha en que seamos capaces de ir
juntos a alguna parte».
Solo un Hombre
nuevo «humano, imaginativo, generoso» y una sociedad también nueva
pondrá en marcha un programa reparador. «Matamos la cultura campesina», se
dolía Miguel, «pero no la sustituimos por nada, al
menos, por nada noble.
Y la destrucción de la naturaleza no es solamente
física, sino una destrucción de su significado para el Hombre, una verdadera
amputación espiritual y vital de éste».
Los excluidos rechazan el progreso mecanizado y frío, es cierto, pero
simultáneamente, este progreso, los rechaza a ellos, porque donde impera la ley
del más fuerte -mbareté-pokaré-,
deja en la cuneta a los pobres, a los
analfabetos, a tarados y a los débiles».
Quienes no puedan
o quieran subir al tren del «progreso despiadado»...engrosarán
la lista de los excluidos que «inútilmente esperan, aquí en la Tierra, algo del prójimo cada vez más
remoto».
Un progreso que
deja al pueblo hambriento, ignorante es criminal. También una técnica que rompe
valores morales y endurece el corazón humano, es doblemente criminal. «Porque si el progreso se consigue con violencia e incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la
prostitución de la naturaleza…
Del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el
hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, yo, gritaría ahora mismo, con
el protagonista de una conocida canción americana:
“¡Que paren la Tierra, quiero apearme!» ¡El que pueda entender…que
entienda…!
Cualquier parecido con nuestra realidad es pura
coincidencia.
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