viernes, 17 de abril de 2020

HABLAR ES PLATA; ¡ORO, EL SILENCIO!

Si el habla es de plata, el silencio es de oro”. Muhsin Al-Ramli ...
Decir palabras correctas en momentos adecuados es una virtud que particularmente deseo obtener. Saber cuándo y qué hablar, y encontrar el dominio entre la palabra y el silencio es una virtud íntimamente ligada a la sabiduría. ¿Cómo lograrlo?

Dice Brenda P. de Pedrazzi, la capacidad de escuchar es superior a la capacidad de hablar. De sabios es hablar poco pero con tino y profundidad, mientras invierten mucho tiempo en escuchar, ver y callar.

De ahí el refrán: “ver, oír, callar, son cosas de gran preciar” “Es una necedad y una vergüenza responder antes de escuchar” (Prov. 18,13)

Gran parte del éxito en las relaciones interpersonales se debe a la capacidad de escuchar, más que a la de hablar, pues no pocas veces, hablar demás, o, palabras vanas y sin sentido, está ligado a la estupidez y, paradójicamente, a no tener nada que decir. “Somos dueños de nuestros silencios y no de nuestras palabras”.

Otro conocido refrán: “En boca cerrada no entran moscas”. Algunas veces es mejor callar, “atornillar” la lengua antes que pronunciar algo indebido o de lo cual podemos arrepentirnos.

Justo es destacar, sin embargo que, muchas veces el silencio es extrema cobardía y no precisamente sabiduría. Decía el cantante Atahualpa Yupanki: “Le tengo rabia al silencio por lo mucho que me perdí; que no se quede callado quien quiera vivir feliz”.

Es que muchas personas no hablan por no comprometerse. ¿Cuántos silencios son cómplices de horrendos crímenes?  Sepultar la verdad con el silencio es atentar contra ella; y la no verdad es mentira, y la mentira es pecado capital.

¿Muchos, hoy no se arrepienten de no haber dicho una palabra que podía haber mejorado una situación?

También el silencio puede entenderse como: “estamos de acuerdo” o, no tener nada que decir. En la reunión de padres, por ejemplo, la directora de la escuela pregunta: ¿Están todos de acuerdo?

Y como todos permanecen callados, se supone que todos están conformes. Pero no siempre es así.

Al salir de la reunión, no pocas personas dicen: “Yo no quería luego…” ! Siempre  son unos pocos nomás los que deciden..! ¡Cheve na chegustai voi kurí, porque, mata mata kuete o decidipá!

Es oportuno, por consiguiente, tomar en cuenta lo que dice el siguiente refrán: “Guárdate del hombre que no habla y del perro que no ladra”, dando a entender que en muchas ocasiones, el silencio puede ser más peligroso que las palabras.

En nuestra dictadura pasada ¿cuántos crímenes, violaciones, desapariciones y torturas han tenido como cómplice al “silencio”? ¿Cuántos no han tenido postura ante tanta arbitrariedad?

En el día a día de nuestra existencia nos enfrentamos cada momento con dilemas éticos de callar o hablar.

¿Cuántos  casos de corrupción, robo y otros tipos de inconductas no callamos?
También tenemos a flor de piel eso de: “No te metas…te podés complicar inútilmente, ¿qué te importa?, podés  perder tu trabajo y complicarte la vida…”

 ¿Acaso no vivimos situaciones de injusticia en cada momento… y qué hacemos?  ¿Callamos o hablamos?

¿Qué hizo Jesús cuando vio a la mujer a punto de ser apedreada? ¿Qué actitud tomó frente a la samaritana, mujer de un sector discriminado?

No nos queda mucho por elegir: o emprendemos el camino de la Verdad, o seguimos con el síndrome de Pilato, haciéndonos del “ñembotavy” sepultando la Verdad de Jesucristo para dar vida y libertad a la mentira y al crimen de Barrabás.

La palabra, “mucho vale y poco cuesta”. Quizá por considerar que la palabra no tiene precio en el mercado, nada vale. Así siendo, emitimos opiniones y comentarios muy temerarios sin conocer la realidad.

Ofendemos sin sentido. Sembramos desorden y tristeza en lugar de risas y alegría. Criticamos mucho y valoramos poco.

Antes de criticar, pensemos en el daño que pueden producir esas “inocentes” palabras que decimos. ¿Por qué no decir palabras amables? ¿Por qué no decir cosas como ¡gracias! …¡qué bien lo hiciste!… ¿puedo ayudarte?… ¡valoro tu trabajo y tu esfuerzo!

El libro de los Proverbios 13,3 nos recuerda: “Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho, se arruina solo

“De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12,34) Pensamientos y corazón son la antesala de la palabra. Sólo podemos generar agua limpia si nuestro corazón, es decir, nuestra mitad superior que es nuestro yo profundo o vida interior, no tiene agua podrida.

Pidamos brújula divina para pensar la verdad, decir la verdad y vivir la verdad, así pronunciaremos palabras de vida y no, palabra cadáver.).

No hay comentarios:

Publicar un comentario