sábado, 11 de abril de 2020

“DEMOCRÁTICO MIEDO”, AL QUÉ DIRÁN

lojeda: septiembre 2018
Afirman: El cristianismo no es gnosticismo (doctrina esotérica y herética del conocimiento); no predica la salvación por el exclusivo conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas. Ello sería barbarizar la razón. El cristianismo es “un estilo de vida”.

San Agustín nos recuerda: “No se entra a la verdad, sino por el amor”. Amor que se traduce en magnanimidad, humildad, entrega y gran dosis de coraje para pensar la verdad, decir la verdad y hacer lo justo. Es llamado a hacer el bien y evitar el mal.

Así las cosas, el cristianismo, no es para temerosos de la impopularidad que supone remar contra corriente, llamando a las cosas por su nombre y viviendo con conciencia recta, aunque tal conducta, se “arrugue ante el democrático miedo, al qué dirán.

El día en que Jesús enseñó las bienaventuranzas firmó su sentencia de muerte, porque, no puede predicarse algo tan “contrariamente horroroso” a este mundo de “libertad y dignidad”, sin que los narcisistas acaben vengándose, llevando al predicador a la “cuneta”.

Porque decir cosas como: “dichosos los que sufren…los tristes...los que tienen hambre.., es el mejor camino para ganarse enemigos, al atentar groseramente contra lo políticamente correcto, como son las bienaventuranzas.

Por consiguiente, la crucifixión no podía estar lejos cuando Jesús agregó: “¡Ay de ustedes  los ricos, de los que ahora están satisfechos porque ya habéis recibido vuestro consuelo…ay de ustedes que ahora ríen…porque gemirán!” (Lc 6, 24-25)

El cristiano que vive su compromiso bautismal de (sacerdote, profeta y rey), es decir, con libertad, valentía y paz interior, a pesar de las humanas debilidades y limitaciones, no se acobarda ante el democrático miedo “al qué dirán”.

El cristiano encariña la razón, no la barbariza: "Obra de tal forma que no tenga que arrepentirse, en aquella hora, de haber amado demasiado poco", repetimos lo afirmado por Chiara Lubich.

A propósito, recuerdan a Leonardo da Vinchi quejándose así: “Señor, tú nos das dones, pero nos pides a cambio, dolores, trabajo, cansancio”. (Manuel Tessi- Conferencia “El eco del Trabajador” - Universidad  La Salle México - Oct. 2015) “Es curioso que nunca como ahora el mundo tuvo tantos enseñadores de ética, pero también, como nunca, pocos practican lo que hablan”. 

Juan Pablo II en su Carta “El Esplendor de la Verdad” apunta: Ningún hombre puede eludir estas preguntas fundamentales: ¿Qué hacer?, ¿Cómo discernir el bien del mal? La respuesta es posible sólo gracias de la verdad que brilla en lo más íntimo de cada espíritu humano.

Así las cosas, es urgente hablar de lo esencial en favor de tantas ovejas desorientadas, hoy...aquí y ahora...no "sine die", como gustan cacarear ciertos “sumos pontífices del academicismo lingüístico”, siempre perdidos en su diarrea verbal.       

Hay dos tipos de cristianos: el de los justos que se creen pecadores y luchan por superarse, el otro, los pecadores impenitentes, que se creen justos. Estos carecen de capacidad para sentir vergüenza y dolor por el mal causado a él mismo y a otros, dirá el amigo Carlos Díaz.

¡Seamos de aquellos que trabajan pendientes de la aprobación de Dios y de nadie más!

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