Toda restricción, cuarentena o aislamiento,
a la que el protocolo sanitario nos somete -katú etereí-, aquí y allá genera andanada de plagueos y protestas de un sector de la sociedad, contra
las autoridades sanitarias.
No tengo competencias ni es mi deseo
juzgar la moralidad de tales reclamos. Solo expreso la preocupación generada en
quienes se debaten entre la amenaza del
Covid y la del hambre.
Se oye gritar, o decir sotto voce (mbeguemi): “El Gobierno nos encierra, pero
el “hambre
mata”. Se leía en un cartel durante una protesta contra la cuarentena. (Vare á gui, ña manóta)
Hay gente que vive de pequeños negocios:
venden comida en la calle, en el mercado o asean la casa de otras familias, y hoy
perdieron sus fuentes de ingreso. Sus historias las conocemos porque día y
noche, los medios masivos de información, nos “inflan” los oídos.
También es realidad que el momento
crítico al que tanto temían los médicos y los equipos de
enfermería cuando se declaró la pandemia por el coronavirus, ya llegó a
hospitales de países europeos (mejor preparados que nosotros). Ojalá no sea
verdad lo que se lee en párrafos sgtes:
“Como en una despiadada e
irreversible lista de
Schindler, porque saben que condenan a muerte a quienes no estén
incluidos en ella, los facultativos están teniendo ya que elegir a qué pacientes salvan y a qué
pacientes dejan morir, porque
es imposible salvar a todo el mundo.
“No hay respiradores para todos, no hay camas para todos.
No hay suficiente personal. No hay de nada”, solloza una doctora, responsable
de una Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI).
Los elegidos, consiguen ser intubados. Los desahuciados son sedados para que
no sientan nada y, de la mano del personal sanitario (porque los familiares no
pueden estar presentes), son acompañados a una sala donde se les “ayuda a morir y se está a su lado
hasta el final”, describe con horror una doctora. “Tenemos que dejar morir a mucha gente, es
insoportable, intolerable. Demencial…”, rompe a llorar la galeno.
Sabe Dios que, mientras escribo estas
líneas, se me arruga el corazón de angustia. Ignoro quienes son…pero mis
pensamientos vuelan hacia nuestra realidad y pregunto: ¿Qué será de nosotros si
llegáramos a los extremos señalados?
“La gente tiene que entender que el trabajo es
riesgoso, que no estamos ante una enfermedad cualquiera, no es un simple tĩ
syry, tiene que tomar en serio esto. Hay muchos compatriotas que nos
estamos poniendo en riesgo para saber si es o no y si tratamos o no”.
“Los primeros que caen son los personales de
salud y ¿quién va a atender a la ciudadanía si los profesionales de salud caen”, dijo el Dr. Carlos Morínigo, coordinador
del INERAM.
Oigamos a Chiara Lubich, docente
italiana, fundadora y presidente del Movimiento de los Focolares, cuyo objetivo
es la unidad entre los pueblos y fraternidad universal: “Obra de tal modo que no tengas
que arrepentirte, en aquella hora, de haber amado demasiado poco”
Recordando hoy la muerte de Jesús, viene
a la memoria la figura del dichoso ladrón Dimas, quien al morir
hizo el más sonado atraco de su vida, ¡robando el paraíso..! Y Jesús se dejó
robar el cielo: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23-43) bastó solo el
dolor y arrepentimiento del ladrón.
¿Porqué no reivindicamos hoy viernes
santo, el título de cristiano añeteté, aunque tal título valioso
para mí, no cotiza hoy en la bolsa ni rinda dividendos?,diría Carlos. Díaz. Por amor a nuestra vida y la de todos: Ja pyta mina ñanderógape, ¿SÍ PA?
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