¿Los cristianos deben anular su condición
de tal en política partidaria o como funcionario público? ¡No! Un cristiano debe ser coherente, tanto en su vida privada como
pública, dice David Ramos-ACIprensa.com.
Alejandro Ordóñez, católico y uno de los
más férreos defensores de la vida, la familia y la legalidad en Colombia, desde
su cargo ha soportado diversos ataques mediáticos, al tiempo que enfrentaba a
diversas instituciones del Estado como la Corte Constitucional.
En entrevista concedida a ACI Prensa,
Ordóñez señaló que “hoy asistimos a una especie de esquizofrenia (desequilibrio)
social de los servidores públicos. Piensan y hacen lo que quieran en privado
pero actúan diferente en lo público”.
“Hay algo que hoy está ausente en
nuestra sociedad: La Coherencia. Coherencia que debe tener todo funcionario
público, en su vida privada y pública, y con mayor razón, si se declara cristiano”.
Porque, sin ninguna duda, “nuestra vida
de familia, religiosa y ética, es determinante en la vida pública”. De lo
contrario, estamos ante una gravísima culpa: La “fracturación moral” de la persona,
carente de integridad”.
Es decir, considerar que, lo que es malo
en
“público”, no lo es en “privado”. Ante el público me
muestro de modo distinto, diametralmente opuesto a lo que realmente soy en
privado. Podría preguntarme… ¿Quién soy realmente, cuando nadie me ve?
El actuar contra
lo que creemos es correcto, “nos convierte en hombres sin conciencia o
actuamos contra la conciencia”. “Lamentables actos de imparable corrupción
en la función pública, es desvergonzada y dramática realidad moral que nos golpea”.
Si los hombres públicos son buenos padres,
hijos obedientes y respetuosos, fieles esposos, honestos servidores públicos… ciertamente,
tendremos más buenos ciudadanos, mejores funcionarios.
Al aceptar el “divorcio” entre mi vida
privada y mi actuar en público, donde hago “regla” que mi vida privada, nada
tiene que ver con la función pública, estoy en un caos personal, definitivamente
me involucro en la corrupción “público-privada”.
Alguien acuñó esta sentencia: “En
los campos donde cabalga la mentira vestida de dulce hipocresía, la sinceridad
es siempre la gran incomprendida”.
La hipocresía reina dichosa y rozagante en
muchas de nuestras instituciones políticas, en ciertos escenarios laborales, en
nuestras comunidades cristianas, e incluso en la intimidad de ñane
tupao´i pe (nuestra iglesia doméstica) Ha ¿mba é ja japó?
El cristiano es un ser integral,
lo es durmiendo, estudiando, gozando y muriendo: no cabe dividir su vida en
mitades segmentadas en cualquier colectivo. Quien posee esta identidad
lo trasluce inevitablemente en su acción, donde quiera que esté, dirá C. Díaz.
En un mundo pagano donde habitualmente
la universal “prostituta del dinero” abre las piernas… ¿cómo llevar a cabo con
seriedad el cristianismo? Y no olvidar que, al parecer, hay un esfuerzo general
por suprimir la noción de moral en la familia y en la política.
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