UNIVERSITARIO
Sabemos todos que la tarea educativa debe orientarse hacia el alumno, ayudarlo a descubrir el sentido de su vida y desarrolle al máximo sus potencialidades de crecimiento, en forma armónica y eficaz...
Sabemos todos que la tarea educativa debe orientarse hacia el alumno, ayudarlo a descubrir el sentido de su vida y desarrolle al máximo sus potencialidades de crecimiento, en forma armónica y eficaz...
Así lo señala Vera Regina
Waldow, Dra en
Educación. Escuela de Enfermería de la Universidad Federal del Río Grande del
Sur. Porto Alegre/RS Brasil. (2009, p,
250):
“El interés del profesor es el alumno, y
más que lo relacionado con su disciplina, importa saber, quién y cómo es
él y cómo va a aprender”.
Por tanto, es urgente y necesario el
concurso de profesores con idoneidad ético-moral (no solo que posean
competencias académicas), para la formación integral de los alumnos.
El estudiante universitario – afirma la Dra. Mirtha Flor Cervera Vallejos
- percibe más de lo que el profesor quiere mostrarle. Detrás de
sus explicaciones –aparentemente neutras- está su ethos, su personalidad;
pues, a la vez que enseña su materia, influye en los alumnos “con el ejemplo”.
La ley de educación Peruana 2804, en su
artículo 6° establece: “formar
profesionales de alta calidad de manera integral y con pleno sentido de
responsabilidad social…”.
Así, un profesor requiere según
Domínguez (2003, p.17) habilidades emocionales: saber relacionarse, dialogar y
resolver conflictos; y habilidades volitivas o morales: autodominio, saber estimarse,
afrontar con fortaleza las dificultades.
Nos hacemos humanos en la medida en que
el ser
preside el hacer. Entonces no es propio de un profesor universitario, que
cultiva el saber superior amenazar a los estudiantes, hacerles bromas de mal
gusto o en segundo sentido, si sucede, el propio profesor se desubicó en su
misión…
Y nadie se perfecciona si no práctica la
ética: “somos lo que decimos, pensamos y hacemos rutinariamente” (Aristóteles)
Es bueno señalar que la influencia de la
relación profesor-alumno, va más allá de la transmisión de conocimientos:
debe conducir no sólo a realizar la competencia profesional de los
estudiantes, sino también su calidad como personas.
En este sentido, a veces ocurre que
existe desfase entre lo que se enseña y lo que se practica, un ejemplo que
escuchamos en las aulas: “…los
profesores nos dicen que apaguemos los celulares, sin embargo, contestan los
suyos cuando timbran… o se salen del aula para contestarlos y nos dejan solos”.
No sirve una exposición ética
especulativa. Es necesaria una ética vivida, trabajada y doliente. Si un
docente hace lo contrario de lo que dice y vive, la ética se presenta como algo
extraño de la vida cotidiana, además, como cosa inútil y sin importancia.
Creer que la calidad y el rigor de la
formación universitaria se logran cultivando únicamente las cualidades
intelectuales, el aprendizaje de conocimientos teóricos y de instrumentos
técnicos, fuera de la formación ética, es grave error.
Gobiernos corruptos son ejemplos de
competencias académicas faraónicas… sin ética.
Es necesario saber qué persona se
promociona para la profesión: al servicio del éxito o de su realización, de la
productividad económica o de la competencia profesional, dueña de sí o sometida
al sistema de mercado, individualista o para los demás.
Ninguna sociedad necesita, ni merece
“profesionales tiburones” con dientes largos y afilados”
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