lunes, 20 de enero de 2020

ÉTICA DEL PROFESOR

Resultado de imagen para profesionales sin etica y moral 


UNIVERSITARIO
Sabemos todos que la tarea educativa debe orientarse hacia el alumno, ayudarlo a descubrir el sentido de su vida y desarrolle al máximo sus potencialidades de crecimiento, en forma armónica y eficaz...

Así lo señala Vera Regina Waldow, Dra en Educación. Escuela de Enfermería de la Universidad Federal del Río Grande del Sur. Porto Alegre/RS Brasil.  (2009, p, 250): 

“El interés del profesor es el alumno, y más que lo relacionado con su disciplina, importa saber,  quién y cómo es él y cómo va a aprender”.

Por tanto, es urgente y necesario el concurso de profesores con idoneidad ético-moral (no solo que posean competencias académicas), para la formación integral de los alumnos.

El estudiante universitario – afirma  la Dra. Mirtha Flor Cervera Vallejos - percibe más de lo que el profesor quiere mostrarle. Detrás de sus explicaciones –aparentemente neutras- está su ethos, su personalidad; pues, a la vez que enseña su materia, influye en los alumnos “con el ejemplo”.

La ley de educación Peruana 2804, en su artículo 6° establece: formar profesionales de alta calidad de manera integral y con pleno sentido de responsabilidad social…”.

Así, un profesor requiere según Domínguez (2003, p.17) habilidades emocionales: saber relacionarse, dialogar y resolver conflictos; y habilidades volitivas o morales: autodominio, saber estimarse, afrontar con fortaleza las dificultades.

Nos hacemos humanos en la medida en que el ser preside el hacer. Entonces no es propio de un profesor universitario, que cultiva el saber superior amenazar a los estudiantes, hacerles bromas de mal gusto o en segundo sentido, si sucede, el propio profesor se desubicó en su misión…

Y nadie se perfecciona si no práctica la ética: “somos lo que decimos, pensamos y hacemos rutinariamente” (Aristóteles)

Es bueno señalar que la influencia de la relación profesor-alumno, va más allá de la transmisión de conocimientos: debe conducir no sólo a realizar la competencia profesional de los estudiantes, sino también su calidad como personas.

En este sentido, a veces ocurre que existe desfase entre lo que se enseña y lo que se practica, un ejemplo que escuchamos en las aulas: “…los profesores nos dicen que apaguemos los celulares, sin embargo, contestan los suyos cuando timbran… o se salen del aula para contestarlos y nos dejan solos”.

No sirve una exposición ética especulativa. Es necesaria una ética vivida, trabajada y doliente. Si un docente hace lo contrario de lo que dice y vive, la ética se presenta como algo extraño de la vida cotidiana, además, como cosa  inútil y sin importancia.

Creer que la calidad y el rigor de la formación universitaria se logran cultivando únicamente las cualidades intelectuales, el aprendizaje de conocimientos teóricos y de instrumentos técnicos, fuera de la formación ética, es grave error.

Gobiernos corruptos son ejemplos de competencias académicas faraónicas… sin ética.

Es necesario saber qué persona se promociona para la profesión: al servicio del éxito o de su realización, de la productividad económica o de la competencia profesional, dueña de sí o sometida al sistema de mercado, individualista o para  los demás.

Ninguna sociedad necesita, ni merece “profesionales tiburones” con dientes largos y afilados”

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