fue acuñado por primera vez a inicios de los 90´ por el profesor Gary Cooper, de la universidad de Manchester. Y definía a aquellas personas que, opuestamente al ausentismo, no se iban nunca a sus hogares y pasaban demasiado tiempo en el trabajo, básicamente por temor a perderlo.
Otra definición: "Pesentismo" (plus salarial que
se paga a funcionarios estatales por concurrir a su lugar de trabajo), es
decir, rubros que desangran "irracionalmente" a las arcas
fiscales.
“Es un absurdo pagar a una persona solamente porque concurrió a su puesto de
trabajo, cuando se presume que ir a trabajar es su obligación. Ese tipo de disposiciones es lo
tendremos que erradicar”, afirmó la legisladora Blanca Lila Mignarro, sobre el presentismo”, hace algunos
años.
En el ámbito laboral privado hasta se
entiende que el “patrón” disponga libremente de su dinero para premiar al
empleado “responsable” por no faltar al trabajo.
Pero, en el sector público, donde el más
torpe es de dientes largos y afilados, en general, la cosa es peliaguda. El dinero del cual disponen alegremente
muchos de los “capetos”, no sale de su bolsillo (generalmente… entra y mucho,
dígase de paso)
Varias entidades descentralizadas pagan el Presentismo, pago adicional por
trabajar sin faltar un solo día y que puede llegar a superar inclusive, el
monto abonado por salario mínimo vigente del sector privado.
Es que la honestidad laboral ¿debe
perseguir o reclamar un plus salarial?
La publicación de la planilla salarial,
estipulada por la Ley 5189/14, hizo que salgan a la luz las remuneraciones
reales que perciben los servidores públicos, además de los cargos inventados
para premiar a personas que prestan servicios reales o para ahijados políticos.
Aunque parezca ingenuidad platónica, me
aguijonea esta pregunta: ¿Por qué ha
de pagarse suma adicional por cumplir un deber? ¿No debe estar la moral presente para disciplinar los
exorbitantes apetitos y miserable angurria, por una suma no ganada –
aunque sea arropada de “legal”?
Recibir un dinero inmerecido es
moralmente tan repugnante como vivir por debajo de la propia naturaleza y dignidad
personal. Y lo peor es que al transformar el delito en derecho, se niega la
verdad….entonces, ¿por qué sorprenderse de la miseria moral en la que estamos chapoteado?
No es secreto que muchos funcionarios –
coimeros, planilleros, amantes, y demás personajes con conciencia averiada -
viven en grandes sepulcros blanqueados (ostentando groseramente viviendas
principescas y flota de costosos vehículos). ¿Será fruto del Presentismo?
Así las cosas, ¿qué significa para esa
fauna, dignidad personal? De seguirse así, podría con razón pensarse
que en un futuro no muy lejano, tendríamos en la malla curricular de alguna universidad
la siguiente carrera: “Licenciatura en buenismo”
Pero, como y dijimos una y otra vez, no
existe el mal absoluto, por consiguiente, alguna reserva moral ha de
asomar. Quisiera conservar la esperanza de que aparezcan - para salvar a la
enclenque patria - quienes con San Agustín digan, después de Dios,
la Patria.
Y otros que con Santo Tomás de Aquino,
repitan con robusta convicción: “Donde haya una pizca de verdad, el
Espíritu Santo viene” (cfr. Secundino Núñez – Sociedad y Política,
p. 109).
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