El error subjetivista
Dice el sacerdote Antonio Orozco D. en “La Libertad en el Pensamiento”, lo que podría llamarse tal vez historia del subjetivismo se remonta, por lo menos, al siglo v a.C. Su primera formulación filosófica se da en Atenas, y como autor, a Protágoras.
Protágoras hizo famosa su tesis del ánthropos metrón, homo mensura: “El hombre es medida de todas las cosas” Con ella quiere decirse que quien decide sobre la verdad de las cosas es el hombre. En el hombre se sitúa el poder de establecer lo que es verdadero o falso y, en consecuencia, lo que es bueno o malo. (p.69)
“Yo – dice Protágoras - afirmo que la verdad es como he escrito, que cada uno de nosotros es medida de lo que es y de lo que no es. Y que la diferencia de uno a otro es infinita, ya que para uno se manifiesta y son unas cosas, y para otro, otras diferentes”
Ubicados ya en nuestro lugar y hora presente, observamos que no pocos personajes de nuestra fauna guaraní, harían palidecer al citado filósofo, por arrogarse el poder de decidir lo que es bueno o malo y lo que es verdadero o falso.
Esta patología no sólo es atribuible a ciertos políticos y desatinadas autoridades en sus quehaceres. También, la gente común - de a pie - estamos seriamente contaminados con esta diabólica arrogancia.
No pocas autoridades – policiales, judiciales, educativas, administrativas, legislativas, ejecutivas, nacionales y departamentales - toleran con lacerante irresponsabilidad los excesos y delitos cometidos por cualquiera, a cualquier hora y en cualquier parte.
Así pululan saludables los que sufren el “síndrome de protágoras”: utilizan calles, plazas y demás espacios públicos como propiedad privada; los que tienen por basural los lugares mencionados - arrojando en ellos sus desperdicios; los que destrozan alegre y prepotentemente el sagrado derecho de los demás, con polución sonora y demás ruidos molestos, entre otros actos de barbarie, harto conocidos. El que debe mandar, no manda o manda mal; el que debe obedecer no obedece, y ... ¡nada pasa!
¿Por qué sucede esto? Sencillamente porque carecemos de virtud cívica. Entonces el equivocado subjetivista, se erige en fundador, interpretador y hacedor de la verdad, es decir, en pontífice de norma y medida de todas las cosas. (p.70)
El arrogante “protágoras moderno” no toma en serio la opinión del otro ni el diálogo. Dialogar significa al menos tres cosas: la existencia de un “yo” que comunica; la existencia de un “tú” que recibe lo comunicado y comprende su contenido; y la existencia de un “ello”, lo comunicado, un contenido de significación objetiva.
Estimado lector... ¿podría sugerir cómo sacudirnos de esta “protagoratitis aguda" que nos aqueja ?
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