¿Lo sigue siéndo...?
Sin pretender un análisis exhaustivo sobre el aludido refrán, sin embargo, interpela preguntarnos: ¿Es realmente un tesoro nuestra juventud? Pensemos en voz alta:
En esta moderna “Sodoma y Gomorra”, alrededor de media noche entra alguien a un local. Observa luces como relámpagos y estruendosos altavoces. En un escenario lleno de llamaradas el ídolo de turno canta, salta, grita, se contorsiona, y los presentes bailan, es decir, convulsionan y se retuercen en un frenético ritmo de cópula sexual (perreo), al son de instrumentos estridentes y psicodélicos, que golpean los oídos, alucinan los sentidos y corrompen la armonía psíquica hasta convertirlos en bestias, porque además, consumen alcohol en abundancia. Siga la línea de mi pensamiento, por favor....
Al filo del amanecer, este colosal desborde que menosprecia la razón - porque la afición al estado orgiástico, de no pocos, ha culminado con sexo estimulado por drogas - desatina y entorpece el entendimiento. El sitio se ha convertido en una moderna torre de Babel, donde nadie ya entiende nada, salvo que debe sostener en la mano (como si fuera un timbre de gloria) la latita de cerveza y cigarrillo, babeantes, grotescos, desaliñados y tambaleantes. Hora de regresar a casa. ¡Hora de peleas, destrozos y muerte...!
En estas condiciones nadie es hábil para conducir ningún tipo rodado; aun así lo hacen compitiendo en alocadas carreras. La estadística suma una muerte más en la larga lista. Este lamentable accidente - entre cientos – ha segado otra vida de tan solo 18 años, en vísperas de los festejos del día de la juventud.....
¿Y los padres, las autoridades y las instituciones encargadas de cumplir y hacer cumplir las leyes, dónde están? Si a la salida de estos antros del culto a la concupiscencia se practicara la prueba de alcoholemia y cumpliera la ley, se educaría más y seríamos menos bestiarios. Y naturalmente, no lloraríamos tanta pérdida de vida joven. ¿Cuánta responsabilidad pesa sobre nuestra conciencia por exceso de desidia y debilidades?
Entonces uno se interroga – dice S. Núñez – con sinceridad y grandes ganas de comprender, sobre la razón, el gusto verdaderamente humano, el cálido placer de los sentidos y la exaltación del sentimiento que produce este tipo de diversión molestosa, alucinante y arrebatadora. ¿Por qué no se pone freno a esta cultura de la muerte?
Aprendamos de esta dolorosa lección y ya no enlutemos a familias paraguayas con pérdida de ninguna vida, si consideramos realmente a nuestra juventud como un divino tesoro. ¿Quién pierde tan fácilmente un tesoro como lo hacemos nosotros? Basta ya de victimas como Evelyn, y de muchos más. Pongamos pecho al impune delito en vez de complacernos primero, y compadecernos después, por consecuencias de este caos que nuestra ignorancia y chatura cívica ha parido. Es hora de redimirnos, la juventud, las familias y la patria nos reclaman.
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