viernes, 16 de septiembre de 2011

PROFESOR CRISTIANO...

                   (Válido sólo para quienes se declaran cristianos..)

 El cristiano, si en él lo cristiano es real y no lo meramente adjetivo, terminará haciendo sonar su voz pedagógica en el entorno, que no es fácil, apunta Carlos Díaz. Hoy, al profesor cristiano por tradición le resulta fácil demostrar su cristianismo en el templo, pero le resulta “imposible” vivirla en aula, en la cancha, en la calle, es decir, en la sociedad.
Ello porque no tiene pertenencia a lo que dice ser: cristiano. En cambio, grita con inusitado fervor las bondades de su club o su preferencia político-partidaria. Y sin embargo, mira por izquierda y por derecha, por arriba y por abajo, antes de referirse a su confesión cristiana, como si ésta fuera infecciosa.
 Y nada digamos de la casi nula experiencia de profesores que cacarean su cristianismo, pero son incapaces de hacer lo mínimo cristiano como orar, por ejemplo, antes de comenzar sus clases; con mayor razón si en aulas cristianas se desempeña. ¿Cuál es la fobia por declarar lo que dice ser? ¡Esto sería más que una hazaña para superhombres!  
Nos preguntamos con el profesor Carlos Díaz: ¿Cuál es el comportamiento de los egresados de aulas católicas en relación al de otros egresados de centros laicos que jamás leyeron ningún texto cristiano, ni tuvieron trato con ningún religioso? Sencillamente no se puede distinguir una escuela de otra.
¿Cuánta es la responsabilidad del profesor cristiano platonizante y de supermercado que cumple con algún programa e ideario por exigencia, aunque luego su ideario fuera vivido de manera bestiaria, dada la incoherencia entre lo que dice y lo que hace? “sofistas de la palabra antes que discípulos de la verdad”, diría San Bernardo.
¿A qué profesor se habría de conceder más importancia en un centro de enseñanza que quiere ser evangelizadora y humanista, en un país que se declara mayoritariamente cristiano?
El profesor, por constituir un importante referente ha de transmitir, no sólo programas y contenidos, sino y sobre todo, valores. Las escuelas hoy cultúan y alimentan lo académico en detrimento de los principios éticos. Así, resplandece en el imaginario colectivo el gigante tecnológico, pero indigente moral, al decir de un colega.

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