¡Que el bicentenario nos redima de esta vergüenza!
¿Quien no ha experimentado con legítimo desagrado la situación de calle en la que sobreviven cientos de niños e indígenas, quienes cada vez crecen en número y se amontonan en distintos rincones de la ciudad, formando desiertos de miseria?
De estos rincones dominados por el alcohol, por la violencia y por la prostitución salen cada día gran cantidad de niños e indígenas en busca de algún trabajo o moneda para comer ese día.