miércoles, 19 de septiembre de 2012

CARTA A MI MISMO

“Si la ciencia fuese un destornillador, el mundo entero sería un tornillo”

Estimado Goyo: Sé muy bien que andas plagueándote por algunas cosas con las estás en desacuerdo; entre ellas, el Cientificismo. Sé que estás a favor de la ciencia y que no eres partidario que el homo sapiens vuelva al primitivismo. Durante los “juegos universitarios”, tendrás tiempo para pensar sobre la dramática advertencia que escribió el Premio Nobel de Física, Max Born en el Boletín de los sabios expertos en energía atómica, que se lee en “Yo tengo fe” de Mario Veloso, p17, y que dice textualmente:

Aunque amo la ciencia, tengo sin embargo el sentimiento de que ella es contraria a la historia y a la tradición en un grado que no puede ser absorbido por nuestra civilización. Los errores políticos y militares, y la completa decadencia de los principios éticos de que he sido testigo durante mi vida, deben ser no sólo el síntoma de una efímera debilidad social, sino una necesaria consecuencia del adelanto de la ciencia, aunque en sí misma, sea el más alto logro intelectual del hombre.
Si esto es así, el hombre, como ser responsable y libre, llegará a su fin. Si la raza humana no fuera destruida por una guerra nuclear, se convertirá en una manada de estúpidos, de criaturas imbéciles bajo la tiranía de dictadores que la regirán por medio de máquinas y computadoras electrónicas 

¿Qué te parece el escrito?. No necesito decirte que vivimos bajo la dictadura de la “tecno-ciencia” y del peligro de muerte que ella nos trae a la sociedad toda, cuando nos convertimos en “gigante tecnita, pero enano moral”. Por ello, las profesiones corren el riesgo de prostituirse. De suyo, la mayoría ya lo están. Por eso, la nuestra vida está en juego. Vos me entendés…¿ajepa che angyrú?  

Ah.., olvidé decirte que el Cientificismo es pretensión desbordada; "que sólo la ciencia tiene la última palabra en todo". Lo que la ciencia no puede probar, porque no puede ver, porque no puede pesar ni puede medir, entonces no existe. Por tanto el saber teológico, es saber de nada, porque en tal saber, la ciencia nada tiene que decir. Te cuento lo que afirma Carlos Javier Alonso: “El cientificismo reduccionista tiene como primera victima, la propia ciencia y agrega, si la ciencia fuese un destornillador, el mundo entero sería un tornillo”. Querido Goyo, comprendo tu ignorancia en esta materia, pero ello no impide que puedas intentar pensarlo.

Quizá ibas a reflexionar sobre la efectiva pertinencia de los “juegos - más que juegos, jodas, por lo que ya se conoce - universitarias”, pero creí oportuno aprovechar estos días que no vas a la escuela, para meditar sobre la advertencia de Max Born. Este es el motivo de mi carta. Espero, sinceramente que no te fastidie mi propuesta. Me despido diciendo: "Bendita la ciencia que está al servicio y promoción del hombre; maldita la ciencia que pisotea, denigra y esclaviza al hombre".

Hasta siempre manté che angyrú.

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