La prensa nos bombardea constantemente
con noticias como que, la función legislativa desarrollada por una mayoría de
nuestros “representantes”, nacionales, departamentales, municipales, gremiales,
etc, padece de muchas deficiencias en sus quehaceres.
El legislador no debe permanecer ausente
cuando las conductas “deontológicas” no garanticen suficientemente la
corrección profesional y el respeto a algunos valores fundamentales, como el
derecho a la vida y otros códigos que atentan contra la institución del matrimonio
y la familia. (Miguel
A. Peláez, Ética, profesión y virtud p.30)
Las diferentes profesiones, así como las
empresas - por responsabilidad social - deben estar al servicio del bien común,
salvaguardado por leyes justas que definan con claridad lo que es lícito y lo que
es ilícito. Experimentamos con harta frecuencia que la ley sola no basta para
evitar abusos e irregularidades. Falta capacidad para hacerlas cumplir. Hoy
cualquiera viola normas, sin ser mínimamente importunados. Eventualmente, si
cae el “bagatelario”, el peso de la
ley le es aplicado con todo rigor.
El Derecho no disciplina la dimensión
moral del comportamiento humano (porque de suyo, ignora lo moral). Se cometen
muchas irregularidades profesionales que, aunque no sean perseguibles por ley,
y por tanto, no punibles, merecen, sin embargo, un juicio éticamente basado en
su ilicitud (p.
28).
(Ej. No está legislado como delito copular con una vaca en la calle, luego tal
hecho no está tipificado como acción delictual).
Este caso concreto me lleva a pensar que
no basta la tan cacareada “deontología”,
que se mueve en arenas movedizas, reducida al mero cumplimiento y constatación
de reglas de comportamiento y de praxis comunes de la actividad humana, pero
separada de los principios filosóficos y morales. El contenido deontológico es
muy pobre. Ética es hacer lo que se debe, aunque no esté legislado. El Derecho
Natural es anterior y está muy por encima del Derecho Positivo, plagada de
graves errores.
<Un ejemplo clamorosamente paradójico
lo han dado los empleados de una funeraria de una cierta región italiana
cuando, denunciando una presunta relegación social, han pedido ser resarcidos
mediante una “indemnización por
humillación”. Evidentemente, olvidaron que la dignidad del propio trabajo
no se recupera con el aumento del estipendio, sino con la práctica de una
virtud moral: la humildad>p.31. Aquí se reconoce el primado de la economía
como fin, sobre la Ética.
Así las cosas, el profesional tortuosamente
mediocre y atenazado por su interés de lucro, se mimetizará detrás del biombo de la deontología utilitarista,
de transacción, de eficacia comercial, llenos de trucos legales
sofisticadísimos, causante a menudo de enormes daños a la convivencia social. (p.28)
Deseo ardientemente que nuestras
autoridades legislativas, ejecutivas y judiciales, más que cultuar la deontología,
se adornen de Ética Profesional fundada en virtudes, fortalezas y vigor moral,
en el ejercicio de sus respectivas funciones. ¡Se puede…si se quiere..! Porque
la ciudadanía está harta de autoridades con conciencia averiada.
Que los candidatos a cargos electivos en
esta inmisericorde batalla de promesas electorales, de amores y desamores, traiciones
y reconciliaciones, de este o aquel partido político, que claman por nuestros
votos, para vivir en la “sucursal del cielo”, ndajé, cuando logren sus objetivos,
recuerden cumplir sus promesas.
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