sábado, 9 de abril de 2011

APORÍA

¿Cultura de nuestros políticos?

Ante una pregunta en clase de Ética Profesional, aquel alumno indignado respondió: “Nuestros políticos nos empujan hacia callejones sin salida”, y se explayó sobre la indigencia moral de la mayoría de ellos, de este y aquel partido político. Ya en la quietud de la noche, intentando comprender el mañanero enojo de aquel estudiante, me sorprendí escribiendo lo que sigue:

A todos y a cada uno de nosotros corresponde administrar nuestro quehacer comunitario y personal, eso que llamamos política. Esta visión de la política sobrepasa el estrecho ámbito de los partidos y de las urnas, así como el mero cálculo de votos (casi siempre de la mano de harta mentira y mucho dinero). Así las cosas, ¿se ha vuelto la aporía, cultura de nuestros políticos?
(Aporía: Carencia de camino. Incertidumbre o contradicción insoluble - Larousse)

Analicemos sólo dos aspectos recientes de la escandalosa como enanizada conducta de nuestra fauna política, que fundamenta el título de este artículo.

. Frente a micrófonos y cámaras de televisión, casi todos decían estar a favor de la inscripción automática de los ciudadanos en el Registro Electoral (al cumplir los 18 años), para evitar el asqueroso robo al erario público, mediante la antigua práctica del rubro “planilleros” en el (TSJE). Pero llegado el momento de estudiarla, no hubo quórum y la mayoría votó en contra. Es decir, cacarean una cosa y hacen exactamente lo contrario. ¡Consabida práctica política criolla¡

.  Lo mismo ocurrió con el desbloqueo de las famosísimas listas “sábana” para cargos electivos. Estas listas, ya lo sabemos, amamantan verdaderos reptiles chupasangre.
Cual hipopótamo, muchos han abiertos sus fauces para gritar a favor de desbloquear las listas a fin de pulverizar el clientelismo político. También lo han hecho ante cámaras y micrófonos. Pero a la hora de poner en práctica lo cacareado, el glorioso Senado de la Nación rechazó el proyecto. Es que muchos, como afirmaba aquel personaje, ya quedarían fuera de cualquier posibilidad de ocupar algún cargo electivo.

Por consiguiente, tenemos la primera aporía. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Aporía nada fácilmente resoluble: “Cambiar la sociedad con políticos erráticos, que por su parte, necesitan ser reconstruidos ellos mismos”, se lamenta aquel amigo.
Segunda aporía: ¿Tendrían estos “patriotas de ocasión” el mismo interés si sus honorarios fueran reducidos un 60%?

De continuar el carnaval político, cabe pensar que estos representantes del pueblo nos seguirán aullando algo así: “Compatriotas, estamos acá, cuenten con nosotros, no los defraudaremos…bla, bla, bla” Y nosotros, fracturado pueblo, con doliente ironía - soto voce, mbegué katu mí - comentaremos con el de al lado, respondiéndoles: “siempre y cuando no afecte tu abultado bolsillo y tu buen vivir

Así las cosas, podemos dividir a nuestros, políticos en dos categorías: (a) los que sólo hablan mucho y perturban el mundo, porque hacen poco o nada (aporía) y, (b) los que, diciendo y haciendo (coherencia), promueven en el mundo el bien común.

                            ¡Y a usted, estimado lector, ¿qué opinión le merece este artículo...?

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