domingo, 15 de mayo de 2011

NUESTROS NIÑOS E INDIOS DE LA CALLE

¡Que el bicentenario nos redima de esta vergüenza!

¿Quien no ha experimentado con legítimo desagrado la situación de calle en la que sobreviven cientos de niños e indígenas, quienes cada vez crecen en número y se amontonan en distintos rincones de la ciudad, formando desiertos de miseria?

De estos rincones dominados por el alcohol, por la violencia y por la prostitución salen cada día gran cantidad de niños e indígenas en busca de algún trabajo o moneda para comer ese día.

Curiosamente, muchos países de nuestro continente que están festejando el bicentenario de su independencia, no podrán alzar la copa del brindis, sin esconder esta dolorosa realidad: En todo el mundo, los niños que pasan sus días en la calle son alrededor de 70 millones. De ellos 20 se encuentran en Asia, 10 en África y Medio Oriente y 40 en América Latina. ¿Cuántos en Paraguay...? A estos “malolientes parias”, el sistema burgués-satisfecho lo considera lastre social.

Así las cosas, esta realidad debería provocar vergüenza para los empresarios que no asumen su responsabilidad social. Vergüenza para aquellos políticos que mantienen a  niños e indígenas en estado de esclavitud, porque prometen mucho y se interesan poco o nada. Vergüenza para aquellos eventuales patrones que explotan malpagando a menores hasta con 12 y más horas de trabajo, cuando no los prostituyen. Vergüenza también para nosotros si no hacemos lo que debemos, contra esos crímenes, que tanto criticamos.

Algunos presidentes y jefes de gobierno afirman que en sus países no existe el trabajo infantil; que el fenómeno de niños e indios en la calle es solo una injusta estrategia de “desprestigio" desatada por la oposición.

Un amargo y vergonzoso episodio nos mostró la televisión. Hace días nada más, han bajado de un transporte público a 70 indígenas que se dirigían a Asunción a reclamar algunos derechos. Fueron demorados durante dos horas en una comisaría por “orden superior”. Probablemente - soto voce se dice -para no mostrar las miserias a dignatarios de otros países que vienen al nuestro, a compartir los rituales del bicentenario. ¿Y el derecho constitucional de transitar libremente por todo el territorio nacional que tanto se cacarea...? ¡...Bien gracias...!

Otro: Al momento de escribir este artículo, sábado 14 de mayo de 2011, en la fría mañana y bajo la lluvia, no pocos niños descalzos pedían monedas, mientras muchos festejábamos con bombos y platillos el bicentenario.

Lo he dicho una y otra vez, festejar el bicentenario es importante porque hay motivos para hacerlo, pero a la luz de esta y otras vergonzosas realidades, anhelo que este acontecimiento sirva para empezar a trabajar por un futuro más prometedor. Si la fiesta del bicentenario acaba con farra, griteríos y alcohol solamente, la satisfacción durará tanto como el tiempo que durmamos nuestra borrachera. Al despertar todo será lo mismo.

Nuestros niños y diezmados indios no deben ser condenados a morirse o jubilarse en las calles del Paraguay. Fueron siempre promesa electoral de este y aquel gobierno. ¿Es mucho pedir que alguna vez cumplan lo que a boca llena juraron cumplir?


foto: tintadigital.org

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