¡Gerente general de la conducta!
Alguien ya lo había señalado: El mundo posmoderno está siendo dominado por modas, conformismos, ambigüedades, resultados de encuestas, opiniones, audiencias, galopante consumismo y estrategias mediáticas. Los ideales, principios y valores, la decencia y el sentido común no han despertado de su larga siesta. Su majestad “lo políticamente correcto” reina saludable.
El lenguaje ha encontrado nuevos términos para suprimir vocablos aparentemente agresivos. Así por ejemplo ya no se dice viejo, sino adulto mayor; ya no hay inválidos, sino personas con capacidades diferentes; ya no gordos, sino personas biológicamente desarrolladas; ya no hay feas, sino mujeres de belleza inquietante; ya no homosexuales, sino seres con opciones diferentes. Hoy, como se ve, cobra fuerza el lenguaje figurado.
En realidad, el lenguaje en sí no es un problema. Lo grave es que ya se hace cultura el no llamar a las cosas por su nombre. Vivimos cultuando el relativismo moral hasta el punto de hablar libremente de cualquier Vyroreí, como si fuera el mayor timbre de gloria, pero se critica y muchas veces se prohíbe hablar de valores, porque se puede “ofender” a los que piensan diferente.
Con el pretexto de actitud respetuosa y tolerancia hacia miembros de minoritarios grupos, se está llegando al absurdo de considerar incorrecto que no se piense igual que ellos.
Así, muchas autoridades y políticos, por miedo a quedar mal con algún grupo - como Pilatos - se inhiben de tomar posturas correctas y defenderlas. Imposible estar siempre de acuerdo con todos. Esto es, apelan al famoso “ñembotavy”.
Las autoridades esclavas de lo “políticamente correcto” no aplican la ley por razones de ocasión política o por conveniencias personales. Prefieren cuidar su imagen antes que tomar medidas necesarias, que resulten dolorosas. No se animan a practicar la cirugía mayor. Mayor cobardía y deshonestidad, ¡imposible!
Debemos defender la familia y la vida humana, por encima de la unión sodomíticamente perruna y de la asesina ley del aborto, sin temor a que nos califiquen de trasnochados ultraderechistas. De la misma manera, tenemos que luchar contra la pobreza, la ignorancia y a favor de los derechos sociales, aunque nos acusen de izquierdistas.
Luchemos por la paz pública y el bienestar de la comunidad, es decir, anhelemos un orden social bajo los principios del respeto y la solidaridad. Y llamemos a las cosas por su nombre sin temor a “quedar mal” ante la opinión pública.
Al abusador ignorante y prepotente que atropella derechos de terceros con polución sonora; a los políticos, ladrones de la esperanza ciudadana; a los padres permisivos e inútiles, fabricantes de monstruitos sociales; a profesores acosadores; a autoridades que escamotean la voluntad popular; a adúlteros y asesinos; a todo tipo de asaltantes, es decir, etiquetemos a tales como lo que son: aborto social.
Pulvericemos con fuerza la hipocresía y mediocridad de lo “políticamente correcto”. No temamos la impopularidad que pueda reportarnos el hablar con la verdad. El festejo del bicentenario nos lo demanda.
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