Culto al Individualismo
¿Qué humano en algún momento de su vida no ha sido tentado por la debilidad de autoglorificarse? ¿Quién no ha sucumbido alguna vez ante la vanagloria y el becerro del oro del propio “yo”?
El pensamiento del Personalismo Comunitario, dice que el individuo es antítesis de la persona. Emmanuel Mounier llama individuo “a la dispersión de la persona en la superficie de su vida, y a la complacencia de perderse en ella”. Se repliega sobre sí narcisista. Es su actitud básica la de poseer, y por tanto, la de reivindicar, agrega el amigo Xosé M. Domínguez P.
El individualista actúa como si fuera gerente general del universo, ombligo del mundo, ante quien todos deben postrarse. Sus gestos, caprichos, deseos y decisiones están más allá de la dignidad de la persona. La exaltación de amor propio es su combustible vital.
Aunque se erijan como honestos, decentes y luchadores por la libertad y el bien común, sus acciones, sin embargo, gritan algo así como: ¡No discutan mis órdenes..., si no querés escucharme, cambiá de dial..., yo, jamás voy a permitir..., estoy con la conciencia tranquila y no admito tal acusación.., yo tengo..., yo digo.., a mí no me gusta..., yo soy..., yo....yo.....yo!
Esta patología conductual que provoca enojos y angustias en las relaciones humanas está presente en casa, en la calle, en los programas de entretenimiento, entre miembros de la iglesia, en escuelas, en donde haya grupo humano.
Un caso reciente mostró la televisión e impactó a la ciudadanía, donde se autoconsagra el “Yo”, sin importar absolutamente nada, ni nadie, es el escandaloso espectáculo que involucró la orden judicial que permitió el aparatoso y desmedido procedimiento en una escuela de CDE. Sacaron a la fuerza del interior de un colegio a un niño de 8 años. El país ha visto y escuchado gritar al niño pidiendo auxilio, quien repetía una y otra vez ¡Socorro, Ayúdenme!
Jueces, fiscales, abogados y parlamentarios de aquí y allá, ante micrófonos y cámaras de televisión, “muy indignados” han repudiado la mala praxis policial/judicial, cacareando que los “intereses superiores del niño” han sido violados.
¿Importó, importa e importará los “intereses superiores del niño” en esta batalla judicial que se inicia? ¿Será victoria del padre o de la madre? ¿Pelearán abogados de esta o aquella parte por tales intereses? ¿Serán sus propios bolsillos los más interesados en solucionar esta noble causa? En este festival de errores, el niño “secuestrado”, sus compañeritos y demás atónitos testigos, fueron victimas. El “yo mando”, “ordeno”, “puedo” y “decido”, se ha puesto en marcha. En el altar de la irracionalidad se ha perpetrado, otra vez, gran injusticia, de quienes debieran impartir justicia.
Abogo porque la cordura y honestidad - si la tuvieran - los responsables de entender en este caos, comprendan que uno “es libre de todos sometiéndose a todos, encontrando la manera de cómo conciliar las diferencias entre las partes”
Que nuestra justicia sea más justa y nuestro derecho menos torcido, es decir, sean más humanos y menos romanos, para que escenas de tremendas y groseras injusticias como el caso que nos ocupa, y que azotan nuestro roto y despojado país, sean definitivamente sepultadas. El bicentenario sea testigo de este cambio. Amén.
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