Urgente desafío
La televisión educa - entendiendo por educación, cambio de conducta - de una manera especial. Su indudable magnetismo, despierta curiosidad pero no es muy útil a la hora de desarrollar y ordenar los pensamientos, como cuando de lectura se trata. En la televisión la palabra comparte protagonismo con la música y las imágenes. No deja tiempo para la reflexión.
De hecho, el objetivo de la televisión no es enseñar a pensar ni animar a pensar, por el ritmo veloz con que impone sus mensajes. Mientras la lectura nos ayuda a pensar, la televisión nos convierte en satisfechos consumidores de cualquier cosa.
La televisión – dice José R. Ayllón en “Desfile de Modelos”- es una de esas maravillas técnicas que ponen de manifiesto los sorprendentes recursos de la inteligencia humana. Pero sabemos que su uso torpe y abuso la han hecho merecedora de numerosos adjetivos descalificativos: caja boba, telebasura, pornovisión y demás lindezas.
Teniendo en cuenta la degradada y prostituida telebasura paraguaya - programitas excrementos, la pornografía disfrazada de “entretenimiento”, el zambulleo patético en la vida íntima de las personas - no podemos menos que, aunque tristemente, concordar con los descalificativos.
Poco antes de su fallecimiento, nos recuerda Ayllón, el filósofo y sociólogo vienés Karl Popper, publicó un artículo contra los abusos de la televisión: <<Considero bastante improbable que la televisión se concierta en una fuerza cultural al servicio del bien, porque es más fácil encontrar gente que produzca diariamente veinte horas de trabajo mediocre o malo, que dos horas de buena calidad. Eso sucede, en parte, porque la competencia comercial obliga a las cadenas a producir programas sensacionalistas para captar audiencia, y ya se sabe que un tema sensacionalista en raras ocasiones es también un tema de calidad. Buscar el mayor número de espectadores no es lo mismo que proponerse metas educativas. De hecho, las cadenas no compiten en la tarea de elaborar programas con la mejor calidad moral, ni tampoco programas que transmitan a los niños una visión ética de la vida>>
Así, la televisión tiene como culto populista - ofrecer a la gente lo que quiere – emisiones cada vez peores que son aceptadas porque se las condimenta con fortalecedores del gusto de la violencia, sensacionalismo y sexo. Es la más primitiva táctica para ganar rating.
Y el famoso actor y director italiano de teatro y cine Vittorio Gassman, con lenguaje menos académico que Popper ya lo había dicho, que la televisión, al tratar de agradar a millones de personas, no podía evitar ser una gigantesca estupidez, una auténtica macchina di merda.
En Paraguay tenemos derecho a ver mejor televisión. ¿Por qué tenemos que copiar excelentemente bien todos los malísimos programas de nuestros vecinos. En todo caso, por qué no copiamos lo bueno que tienen?. Me niego a pensar que nuestros profesionales paraguayos del ramo, no tienen creatividad. O ¿estaré equivocado?
Quizá nosotros, los consumidores consumidos por el consumo que nos consume, debamos aceptar cierta dosis de culpabilidad por tener una trágica televisión. Quizá debamos clamar, reclamar y proponer sugerencias a nuestros devaluados conductores de programas destructivos. El chiste de mal gusto y pornográfico, a las 07 de la mañana, es un despropósito, aunque algunos imbéciles lo festejen.
La televisión paraguaya no ha de contentarse sólo con estupidizar a las masas. Tal vez si nos sacudiéramos de nuestra beata somnolencia y ayudáramos con críticas respetuosas y objetivas podamos ir mejorando nuestra realidad. Al final de cuentas, no todo está perdido, hay personas y programas instructivos-educativos que valen la pena ver.
Al menos, por el bien de nuestros hijos, esta tarea puede ser un buen propósito para aportar algo a los festejos del bicentenario. ¿Qué opina usted, estimado lector...?
FOTO: laopinionlatina.com
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