Hoy,
personas cargadas de fama y éxitos que sufren en exceso, aunque lo
nieguen. Pero, en las plataformas digitales se revelan solas, no tan felices a
pesar de su dinero, fama y status social. ¡Qué contrasentido!
El libro 2° Reyes, cap. 5, habla de un hombre muy exitoso y famoso: Naamán, comandante en jefe de ejército del Rey Aram, quien lo quería mucho. Gozaba de noble posición social (primer anillo), tenía abundante éxito, fama y dinero, como es anhelo de cualquier terrícola. Pero, algo destrozaba su “castillo de naipes”:
Naamán era leproso. Entonces, su fama, su abultada billetera, su posición social, etc., quedaron en segundo nivel. La lepra, terrible mal, ahogaba grandeza y prosperidad. ¡Qué calamidad! Ni la fama, ni el dinero, ni el poder podían librarlo de su lepra que lo atormentaba y lo iba consumiendo.
Hoy, ¿cuántos Naamán, en esta era progre y tecno-científica andan desahuciados en este valle de lágrimas? Hoy, la ciencia derrotó a la lepra. Pero, no a la lepra “espiritual”, al torrente incontenible de pecados (robo, adulterio, libertinaje, mentira, homosexualidad, etc), que vende satisfacción, deleite… pero no felicidad.
Una publicación dice: “Hoy 15.03.1975 falleció el naviero y multimillonario griego Aristóteles Onassis, su hija Cristina pasa a ser la joven más rica del planeta. Su padre le dejó una fortuna de más de 500 millones de dólares, además de una flota formada por cincuenta y dos barcos, entre balleneros, cruceros y petroleros…”
Pese a su enorme fortuna Cristina se convirtió en una alocada personalidad internacional adicta a toda clase de drogas. Bebía hasta 30 botellas de Coca Cola al día…. para tragarse puños de barbitúricos. Para colmo de males era una adicta sexual, por lo cual pagaba a los hombres para que la llevaran a la cama.
Dicen que se quitó la vida tomando una sobredosis de barbitúricos. ¡Qué triste debió de ser la vida de Cristina! Un poco antes de morir había dicho: “Soy tan pobre que solo tengo dinero...” ¿Cuántas Cristina deambulan hoy en este valle de lágrimas sodomítico-gorromino?
A veces nos empeñamos en desear lo que idealizamos en otros, sin advertir que el romance lo tenemos que tener con nosotros mismos y con lo que tenemos (...) “De todo se aprende, y se aprende más de los fracasos”.
La Palabra de Dios afirma: ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? O, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? El Hijo del hombre vendrá con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. (Mt 16, 26-27) Una conocida historia dice así:
“Una pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que le decía: “Entra y toma todo lo que quieras, no te olvides de lo principal. Una vez que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Entonces, aprovecha la oportunidad, no te olvides de lo más importante...”
La mujer entró. Había mucho oro y diamantes. Entonces, fascinada por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal. De pronto, la voz misteriosa habló nuevamente: “Te quedan sólo cinco minutos”. La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía.
Al fin, cargada de riquezas, corrió y llegó rápido a la salida de la cueva cuando la puerta se estaba cerrando. En menos de un segundo se cerró. Y en ese momento se acordó de que su hijo se había quedado dentro.
¡La cueva estaba ya sellada para siempre! El gozo de la riqueza desapareció enseguida y la angustia y la desesperación la hicieron llorar amargamente.
Amigo, la vida pasa volando y la muerte llega de sorpresa porque no sabemos ni el día ni la hora. Cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada valdrá arañar la tierra y lamentarse. Pensemos ahora que hay tiempo y hagamos caso a la llamada de Dios. ¡Ta upéicha!
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