domingo, 9 de julio de 2023

HIPOCRESÍA… ¡Pan nuestro de cada día!

Los seres humanos despreciamos la insinceridad, porque envenenar las relaciones humanas, habida cuenta que necesitamos relacionarnos unos con otros. A todos nos molesta la hipocresía. La hipocresía disimula aspectos o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. (RAE) 

Desde tiempos inmemoriales y por naturaleza buscamos la compañía de nuestros semejantes, nos conectamos con quienes nos rodean. Entonces, odiamos a los hipócritas porque siembran dudas sobre el valor de nuestras relaciones. Entonces, ¿por qué somos hipócritas? ¡Quien esté libre de hipocresía, que tire la primera piedra! 

Con razón vivimos en la hipocresía. La fuerza de Internet y la expansión de las redes sociales hicieron que la condición de seres sociales se eleve a la enésima potencia. Ciertas aplicaciones rebajaron el término “amigo”, hasta convertir las “amistades” en figuritas o imágenes coleccionables, sin ninguna trascendencia. 

Al parecer, nos volvimos expertos en fingir que nuestro día a día es excelente, pero no nos agrada la gente hipócrita. En verdad, casi nadie puede demostrar que nunca fue hipócritas, pues todos fallamos alguna vez. El problema surge cuando reina la mentira y ya no hay modo de distinguir lo que es verdad de lo que no es tal. 

Si hay robo es porque hay ladrones; si hay coima, porque alguien pide o acepta; si hay prostitutas, porque hay prostituidor prostituido por la prostitución que lo prostituye; es que, siempre hay un “motivo”. Ya se dijo: “El mismo hombre que te hace puta, en otro barrio es un marido y un padre”. 

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) monja y escritora mejicana, ejemplo de la literatura del Siglo de Oro con su poema: “Hombres necios que acusáis, que crítica la postura del hombre ante la mujer, su actitud hipócrita, egoísta e impulsiva, ante el cual deja muy claro su desacuerdo, así: 

Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que causan. Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?  Combatís su resistencia, y luego con gravedad decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.

Queréis con presunción necia hallar a la que buscáis, para pretendida, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que falta de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro? 

Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Opinión ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis que con desigual nivel a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. 

¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende y la que es fácil enfada? Mas entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos enhorabuena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.

 ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada, la que cae de rogada o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar? Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis.  

 Dejad de solicitar y luego con más razón acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo”. 

Así, el mejor modo de evitar ser hipócrita y soportar a los que son de manera exagerada, es cultivar nuestras habilidades sociales. De este modo, podremos alcanzar bienestar social y emocional. El mal tiene su origen en la voluntad humana, hasta rebelarse contra su creador. Dios no quiere el mal. 

Dolor, pena y muerte entraron en el mundo a causa del pecado, luego del “fatal error gastronómico” de nuestros primeros padres, como dice irónicamente Michael Korda, escritor y novelista inglés (1933).

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