jueves, 20 de julio de 2023

LA VANIDAD... ¡Síntoma del pavo real!

 

¿Qué es el síntoma de pavo real? Es una imagen simbólica que representa el corazón humano preso a los siete pecados capitales, cada uno representado por un animal: el sapo, avaricia; serpiente, la envidia; león, la ira; caracol, la pereza; cerdo, la gula; cabra, lujuria; pavo real, la soberbia, (Gilberto Mencia). 

La vanidad es culto que junta muchos fieles seguidores, de diferentes razas, edades, y niveles sociales, pero tienen un distintivo común: todos llevan máscara. Ofrecen sus caras al sagrario de la apariencia para ser admirados y respetados por los demás. Son esclavos se propia imagen, dice Irene Orce. 

El engreimiento puede ser fruto del exceso de confianza o la compensación de una baja autoestima, y puede o no tener bases reales en el talento o la naturaleza de la persona. Así, engreído-jejapo-ñemomba'eguasú, se dice de la persona, que se cree superior a todos. 

La soberbia es una señal o actitud de la persona que cree tener una posición superior o de privilegios frente a los demás. También se dice de alguien arrogante, altiva, vanidosa o prepotente.

Por conseguir éxito y felicidad, se juega la vida: alardea de sus cualidades y de sus éxitos. Y quienes viven muy pendientes de fanfarronear de sus méritos… suelen pagar muy caro, porque se hacen esclavos de su tramposo disfraz. ¡El culto al propio yo es dogma de muchos terrícolas! 

“Y tienden a vivir pendientes de lo accesorio y olvidar lo realmente esencial. Así la vanidad crece orgullosa con halagos, que generan una satisfacción tan inmediata pero fugaz. Busca su alimento en los aplausos ajenos, sin atreverse a preguntarse si esa es la fuente de la verdadera felicidad. 

Se contenta con recibir respeto, olvidando que el respeto, primero, nos debemos a nosotros mismos. 

“Las personas que sufren este mal son adictas a mentir. Al igual que los pavos reales, los narcisistas presumen y se pavonean, ocupando el espacio físico como el emocional, simulando ser más grandes que la vida”, dice el terapeuta Dan Neuharth en “Psychology Today” 

Fiel a la mentira, y manipuladora por naturaleza, la vanidad nos aleja de la realidad. Sus gustos nos hacen rehenes de la imagen que queremos dar a otros. Nos lleva a ocultar nuestras carencias, lo que nos condena a vivir una vida falsa, coreografiada, de cara a los demás. 

Pero encerrar bajo llave nuestras inseguridades y nuestra vulnerabilidad no las hace desaparecer. El hecho de no aceptar nuestros defectos y debilidades nos lleva a negar una parte de nosotros mismos, y eso termina pasando factura. El culto a la apariencia crea personajes, no construye seres humanos. 

Nos convierte en seres dependientes de una máscara postiza, falsa, lo que nos impide ser aceptados y valorados por lo que realmente somos. Esta dolorosa realidad nos hunde en una eterna sensación de malestar-mba'e vai que tratamos de rehuir, centrándonos aún más en perfeccionar nuestro disfraz. 

Como pavos reales, seguimos alisando nuestras plumas y extendiéndolas a la menor ocasión. Pero lo cierto es que no obtendremos un bienestar real y sostenible hasta que no seamos auténticos, aceptando nuestra luz y también nuestra sombra, más allá de las máscaras y los maquillajes. 

“Vigila la máscara que te pones, porque con el tiempo puedes terminar por olvidarte de quién eres realmente” (Alan Moore, escritor británico).

 “Vivimos en una sociedad que ensalza un determinado ideal de belleza, que propaga maneras de actuar y conductas muy concretas. Y que propone una todavía más ajustada definición de éxito. No hay más que encender esa caja de entretenimiento que llamamos televisión y dedicarnos a observar”. 

Y por casa... ¿cómo andamos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario