miércoles, 12 de julio de 2023

CORRECCIÓN FRATERNA... ¿Qué es?

 

Corrección fraterna no es una crítica para destruir, humillar y sacar ventajas del error ajeno. Su fin es todo lo contrario, levantar, animar, motivar al prójimo para mejorar su conducta. 

Uno de los grandes favores al prójimo es la corrección fraterna, fruto de la Caridad, virtud teologal. Dice el texto bíblico: “Si tu hermano hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, ya ganaste a tu hermano” (Mt 18,15) 

Amar al hermano no sólo es ayudarle en su necesidad; también es saber decirle una palabra de corrección. Si algún hermano peca, no dejemos de amarle, lo invitamos a volver al buen camino”.La caridad fraterna que brota de Dios Amor, se resume en: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, y en la oración, para que se eleve a Dios de una comunidad verdaderamente unida en Cristo”. 

El amor fraterno comporta un sentido de responsabilidad recíproca, por lo que, si mi hermano peca contra mí, yo debo ser caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, haciéndole presente que lo que ha dicho o hecho no es bueno”. 

¿Y si el hermano no me escucha? “Primero hablarle con 2 o 3 personas, para darse cuenta de su error". “Si vuelve a rechazar la corrección, decirlo a la comunidad; si ni a comunidad escucha, hacerle saber que él mismo provoca la ruptura al separarse de la comunión de la Iglesia”, (Benedicto XVI). Y agregó:

“Otro fruto de la caridad es la oración en común. La oración personal es importante, vital, porque el Señor asegura su presencia a la comunidad que -aún si es muy pequeña- está unida, porque ella refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino, perfecta comunión de amor”. 

Advierte el papa Francisco: “Pero hay reglas del juego y debemos tenerlas muy en cuenta para practicar estos estos consejos de nuestro Señor. Veamos al menos dos ellas: 

1. “Antes de corregir a los propios hijos o alumnos, cuidemos de no faltar en eso mismo que corregimos a otros; sea de un maestro o de los padres; deben hacerlo con su testimonio de vida y virtud, después podrán hacerlo con el consejo. 

2. Al corregir a otros, hagamos con bondad y respeto, sin humillarlas jamás y menos en público.

Aceptemos ser corregidos y corrijamos, sabiendo que corregir no es lo mismo que juzgar. ¡Ta upéicha!

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