Sabemos lo ocurrido en el Monte Tabor. Moisés y Elías, estaban con Jesús.. ¡En la gloria! Pedro, con simpática ingenuidad, quiere levantar tres tiendas de campaña y quedarse allí para siempre. Es ese lugar no hay problemas, todo es resplandor, bienestar, alegría y felicidad.
Pero estamos en un mundo de sufrimientos, y los padecimientos no pueden compararse con la gloria que un día gozaremos, si nos portamos bien, dígase de paso. Nuestro cuerpo, hoy atado a miserias, será transformado como el cuerpo glorioso de Cristo.
La vida en este “valle de lágrimas”, no siempre es alegre, risueña, sin dolores. Y cuando hay “salud, dinero y amor” todo va bien. Ya en el futuro, con Pedro, diremos.. ¡Qué bien se está aquí!.(Mc 9,33)
Hoy, todos cargamos nuestra cruz diaria, enfrentando el moderno Getsemaní: tribunales, prisión, azotes y el Gólgota, de la dura lucha diaria. Pero, la experiencia del Tabor anima al creyente a seguir luchando, según pide el Maestro y Salvador, Cristo Jesús.
Muchas veces, la justicia “no ve” violadores, saqueadores, corruptos, etc. El astuto pokare, siempre puede más. Quienes robando ostentan vida de Epulón, hace pensar que la gente honesta es ingenua, tavy o inútil. Sobran ejemplos.
Abundan casos. Gente honrada y responsable, consigue menos reconocimientos que aquellas que viven de la trampa. Se cacarea que la honestidad es uno de los valores más queridos, sin embargo, los próceres del mal, acaban sepultando al honrado.
Pero si Dios nos ofrece el mismo cáliz que a su Hijo, es decir, la misma suerte en sus sufrimientos, es porque nos tiene destinados también a la misma gloria y felicidad que las del Salvador.
Dice un comentario: nadie vio la gloria
interna de Dios. Pero mirando a Jesús envuelto en una luz que opaca y anula del
todo la luz del sol, nosotros suponemos, lo que es ese Dios, que un día
veremos cara a cara y que nos envolverá con su esplendor.
¡Señor Jesucristo! ¡Qué grande, qué amoroso, y qué humilde, te muestras en el Tabor! Cuando, estemos en tu presencia nos harás gozar de aquella espectacular visión que le hizo decir a Pedro: ¡Señor…qué bien estamos aquí!
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