Hay gente que actúa de manera
estúpidamente ilógica. Son víctimas de estas insanas relaciones
personales al no poder controlar sus emociones irracionales, por cuya
consecuencia, a la vez, victimizan. ¡En el pasado, este servidor fue parte de la fauna impresentable, aludida!
Reaccionan a la defensiva o atacando. Actúan
como si la opinión del otro es absurda o errónea, provocando relaciones frustrantes,
improductivas. Así, la mayoría de este tipo de gente, ignora otra opción o es
débil para reconstruirse y ser mejor persona.
¿Qué hacer? Nadie se transforma a control
remoto. Ciertamente, la conducta intachable de otros ayuda, pero la decisión de
cambiar, es del kangueró, quien tomará el lugar de quien antes era víctima de su
irracional conducta. Para ello, hace falta ser fuerte.
Fortaleza es, estar dispuesto a caer,
porque supone vulnerabilidad; sin vulnerabilidad no hay fortaleza. Ser fuerte o
valiente es poder recibir una herida. Por herida se entiende toda agresión
(...), todo daño y dolor, que inquieta y oprime (…).
Ser fuerte es, estar dispuesto a morir. O
dicho con más exactitud: estar dispuesto a caer, si por caer se entiende morir
en combate. Una fortaleza que no está dispuesta a caer, está podrida de raíz
y falta de real eficacia, dice Josef Pieper.
Solo quien es fuerte, calla ante el
imbécil, pues, discutir con aquel, es torpeza. Ser fuerte o valiente no es lo
mismo que no tener miedo. La fortaleza es contraria a la total ausencia de
temor: a la calma que descansa en una estimación errónea de lo real.
El acto más propio de la fortaleza, no es atacar,
sino resistir, afirma Santo Tomás. No se trata de “vivir peligrosamente”, sino
rectamente.
Si la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser herido en el combate por hacer el bien, se da por hecho que el que es fuerte o valiente sabe qué es el bien y que él es valiente, en aras del bien.
Si la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser herido en el combate por hacer el bien, se da por hecho que el que es fuerte o valiente sabe qué es el bien y que él es valiente, en aras del bien.
Al enfrentar al peligro, no es el peligro
lo que la fortaleza busca, sino hacer el bien. Soportar la muerte no es loable
en sí, sino sólo en la medida en que se ordena al bien. Lo que importa no son
las heridas, sino la realización del bien.
Luego, el inteligente y fuerte, soporta
con valentía las debilidades ajenas. "Tragarse el sapo” por hacer lo correcto, no es de cobardes. No te importe que la “gente” diga: ¡Cómo permitís
que te basuree quien no tiene razón!..¡Reventále la cara! etc. etc. etc...
El pobre infeliz, sabelotodo, iracundo y
matonil -si no se redime- sufre...porque su “yo” interior le grita: “solo soy,
un aborto social”. Realmente libre es quien logra controlar sus propios
demonios…y, los demonios de los demás. ¡Este servidor, da fe de lo expresado!.
Aunque ¡no es todavía lo que quisiera
ser…. pero tampoco es lo que era! Humillación es “vivir por debajo de mi existencia”, siendo hijo de Dios y heredero del cielo. Es vivir haciendo el
mal, atenazado por la dictadura de la opinión común.
Oigamos a Tomás de
Kempis: “No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres
delante de Dios, eso eres y nada más”.
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