Es frecuente escuchar: ¡grito porque es mi forma de ser! Se grita por varias razones. Ciertos psicólogos señalan dos motivos fundamentales, entre otros:
a) Normalmente se levanta la voz cuando
se pierden los “estribos”, por querer a toda costa sobresalir o acaparar la
atención de los demás. Se habla entonces de “analfabetismo emocional”. ¡La
persona que grita es esclava, incapaz de controlarse!.
b) Otras veces, se anula a la persona
con quien se está discutiendo, con el fin de “ganar” la discusión a como
dé lugar, aun sabiendo que no posee razón alguna.
Gritar no garantiza que se tenga más
éxito ni supone que se haga entender mejor. ¡Todo lo contrario, se gana gratuita antipatía!. Quien posee autocontrol reacciona ante los “graznidos”
con la fórmula «hacer oídos sordos».
La gente empática y solidaria, cuando
alguien pierde el control y grita, automáticamente se “desconecta” y espera que
la “cortocircuitada” se tranquilice. Esta
actitud demanda caridad, hacia el prójimo, que no significa estar de acuerdo
con su defecto.
Se señala que muchos, por
cobardía, oñembotavy y se rinden para no “crear problemas”. Se
dejan intimidar por “insanos alaridos”, incapaces de decir una palabra para
reclamar respeto.
Otros, se rebajan al mismo nivel y optan
también por gritar. Pero siendo ya una especie de “amenaza de parto prematuro”
hablar con una persona desequilibrada… ¿cómo será la “batalla verbal” entre dos
idiotas ? ¡Una auténtica diarrea verbal!
En cualquiera de estos casos, la comunicación se rompe,
reina el caos, falta el entendimiento y puede nacer malquerencia y odio. Porque,
al gritar no escuchamos ni nos escuchan.
Al gritar no se valora al “otro” ni se tolera
diferencias de criterios. El respeto es sostén de los valores morales y convivencia
pacífica. Respetar es ponerse en lugar del otro. La regla de oro dice:
“No
hagas a otros lo que no quieres que te hagan a vos” (Mt. 7, 12)
El desafío consiste en buscar un modo de sentirse calmado sin gritar. Es decir, expresar los sentimos, pero
de forma cortés y prudente. ¡No es tarea fácil luchar contra nuestra naturaleza
caída!.
Si no conseguimos en el primero, en el segundo,
ni en el tercer intento, no nos desesperemos, aní ja je py ápy anguiru.
Lo importante es intentar ahora, después y siempre. Poco a poco, mbegué
katu mi. Con perseverancia, lograremos resultados y frenaremos bestiales gritos y plagueos.
Gritar no ayuda a calmar emociones. Es muy
difícil controlar sentimientos que estimulan conductas prepotentes,
irrespetuosas y matonil. Este servidor, otrora “perfecto aborto social”, da público testimonio: ¡se pueden
revertir estos defectos!.
Verdad es que, exige tiempo y esfuerzo,
pero ¡se puede conseguir, con la misericordia
de Ñandejara, para cuyo Poder y Gloria…nada es imposible!.
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