¿SIN ÉTICA?
Al parecer, la corrupción (po
karé) ha existido en mayor o menor grado, en la gestión pública, en la
política, en la escuela, en el fútbol, en las religiones (opá rupieté voì)
La corrupción política, materializada en
uso y abuso de cargos y cosa pública por parte de los “mandamases” de turno, en
beneficio propio o de terceros (amigos, parientes, compadres, amantes, etc.) en
perjuicio del interés general, es lepra que vive unida al sistema democrático,
aunque en teoría, es incompatible con el mismo.
En nuestra sociedad de tres décadas de
democracia, en alguna medida, somos responsables de la corrupción que nos
arruina. Hay políticos y funcionarios sobornados o sobornadores, victimarios o
víctimas, faltos de autoridad moral para combatirla.
El ámbito judicial (jueces y fiscales),
en muchas ocasiones ha sido puesto en entredicho. Instituciones encargadas del
control y fiscalización de sus respectivas áreas, han sido negligentes casi
siempre en su tarea.
La fauna intelectual “brillante cerebro”
no se compromete en la lucha para combatir la corrupción y la ciudadanía
en general, (o ñembotavy) es muy permisiva con el político corrupto, porque
todavía no entiende que ella también, paga
la corrupción.
Así las cosas, el país está dividido, la
prensa está dividida y la opinión pública también, porque según qué medios
escuchamos, vemos o leemos, tenemos dos realidades.
Afirma José Manuel Urquiza: La
corrupción socava la integridad moral de una sociedad. Supone la quiebra
general de los valores morales.
La corrupción pública, en cuanto supone
lucro indebido del agente y su disposición a mal utilizar las facultades
públicas que tiene encomendadas, es una práctica inmoral, ante todo; una
violación de los principios éticos, sean individuales o sociales.
Algunos
analistas consideran que la ética pública ha perdido hoy relevancia social,
dada su naturaleza subjetiva. La gran mayoría entiende, sin embargo, que la
ética ha de ser el mejor antídoto contra el veneno de la corrupción, y
preconiza la necesidad de un rearme ético, de un regreso a los valores antes
enunciados.
La “novela” del
ex futbolista “Ronaldinho” desnuda -una vez más- las flaquezas de las
instituciones del Estado, un país poco serio y sus instituciones, vulnerables.
“En cualquier
país serio, no digo que no pueda ocurrir, pero ante lo ocurrido tiene que haber
un castigo”, dijo el legislador Arnaldo Franco
Mencionó que el
departamento de Identificaciones de la Policía Nacional y migraciones tienen “mucho
que explicar” sobre lo sucedido con ex futbolista brasileño. Destacó que es muy
raro cómo pasó todos los controles desde su llegada al país”.
En general, se tiene la sensación que
más bien se accede y usa la política como medio de vida o como negocio para
solucionar los problemas económicos para toda la vida.
La ausencia de ética en el actuar de
esos políticos es, nomás luego, el denominador común de la práctica malsana y
corrupta a que la prensa se refiere en los escándalos de corrupción desde bastante
tiempo.
Entonces, tomemos conciencia de que este caos nos
interpela a todos. La ética es virtud irrenunciable para el cambio. Volver a la
esencia de los valores que alimentan el sentido genuino de la vida, es la
brújula de una auténtica conversión.
Es hora de
que nuestro país pierda, ya nomás, los deshonrosos primeros puestos en
corrupción. Como no existe el mal absoluto, los buenos funcionarios quedan fuera de este "argelado" comentario.
Por eso: "No
ambiciones tener autoridad si no eres capaz de poner fin a fin a tu arrogancia.
Pues te acobardarás ante los poderosos y vendrá por dinero tu honradez" (Eclo
7-6) ¡AMÉN!
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