DE "LO MITÂ"
¿Qué diré -decía aquel conferencista- y qué novedad podrá capturarse del desarrollo de un tema profusamente hablado y harto conocido por todos? Sin embargo, he de decir con la más absoluta convicción que - entre otras - el violento descenso del nivel ético de la humanidad, es el hecho de haber arrinconado en el más lejano sitio de nuestra conciencia a las virtudes.
Veamos los primeros agujeros de nuestra
nave moral: “El que practica la virtud de la laboriosidad profesional hace lo que
debe y está en lo que hace, no por rutina ni por ocupar las horas, sino como
fruto de una reflexión atenta y ponderada” ¿Cuántos brillantes
egresados de todas las carreras y colores hacen vida esta verdad?
Ello es comprensible, pues los enunciados
de la “ética profesional” desarrollados en nuestras anarcisadas escuelas, no
pasan de un compendio de tiernas como estériles declaraciones líricas. Por
consiguiente, si el más alto “nivel de la inteligencia” no hace lo que debe
y, hace mal cuando lo hace, ¿qué ha de
esperarse del “no instruido”?
Y continuaba su palestra: este caos establecido que nos empuja vertiginosamente hacia el precipicio de la nada,
podemos entenderla desde tres capas o niveles: Inmoralidad, Permisividad y
Amoralidad.
Inmoralidad: La manera más
superficial de entender la desmoralización es explicándola en términos
cuantitativos. Se comete todo tipo de tropelías a sabiendas y sin pudor, quizá
porque el imaginario colectivo “respira” una Democracia Numérica. “Muchos hacen
lo mismo, yo hago también” ¿Cómo medir la salud moral de un grupo humano? La
estadística no es una valoración en moral.
Permisividad: Nuestra
sociedad es de signo permisivo, una especie de sociedad “hipócritamente amable y pluralista” que como consecuencia lleva consigo
la “tolerancia”,
palabra prostituida, que repercute profunda y negativamente en nuestra manera
de vivir o de ¿sobrevivir?
Por ejemplo: ¿Saben los padres
posmodernos dónde y con quien están sus hijos?; ¿Qué pesa en la conciencia del
“buenito” la coima?
¿Cuántas madres colocan – furtivamente -
preservativo en el bolso de su hija de 12 años....???
Esta “tolerancia” de nuestra
decadente sociedad tiene dos manifestaciones principales: La permisividad social y la permisividad jurídica. En la primera, conductas
reprochables del ayer, tienen hoy impúdico espacio sin que provoque la reacción
de los muchos “honestos”. ¿Cuántas acciones non sanctas (adulterio,
contrabando, sobornos…) son socialmente
aceptadas?
En cuanto a la permisividad de tipo
jurídico, los valores morales y cristianos, no pocas veces han sido y son
avasallados por la ley positiva. Ej: Aborto terapéutico, divorcio, delincuentes
con frondosos antecedentes favorecidos con medidas sustitutivas, entre otras
lamentables como grotescas acciones u omisiones, que adornan nuestra moral
liliputiense.
La sociedad permisiva es una sociedad falsamente
libre, pues todo lo permite y nada garantiza. Por eso en ella prospera
la delincuencia organizada, se propaga la droga, y otros múltiples males. ¿No
nos golpea el rostro diariamente este caos?
La sociedad hedonista, violenta y
erotizada tiene su raíz en la permisividad, que no es sino, un auténtico absolutismo
del libertinaje. La permisividad hace desaparecer a Dios del horizonte.
Amoralidad: Llegamos ahora
a la bajeza más profunda del nivel ético. Aparece hoy un hombre totalmente
vacío de valores, perdido en el Vyroreí, hombre “masa”,
sin tarea, sin reglas de vida, apeteciendo con angurria enfermiza el “tener”,
hipotecando incluso, su vida interior.
Observamos con tristeza cómo mucha gente
“participa de la loca carrera del tener más, en el menor tiempo
posible y no interesando los medios”. No puede advertir que se vuelve un pobre consumidor consumido por el consumo que lo consume.
Aunque ésta es nuestra realidad, me
resisto a convertirme en un apóstata de la esperanza y contentarme, como tantos, sólo con diagnosticar problemas
sin mover un dedo para combatir aquello que me molesta e indigna.
Sabemos que los males de la humanidad
nacen, crecen, se multiplican pero no
mueren. El hombre muere y los males quedan. Es necesario adquirir virtud que
en términos sencillos es, elevación
del ser en la persona. Es lo máximo
que puede aspirar el hombre para su realización plena.
Prudencia, es madre y fundamento de
las restantes virtudes cardinales: justicia,
fortaleza, templanza. Sólo aquel que es
prudente puede ser, por añadidura, justo, fuerte y templado. (cfr. J. Pieper. Las Virtudes p. 33)
Incorporando a nuestra “mitad superior” esta virtud, nos guiará a cultivar la mente, fortalecer la voluntad, para disciplinar la conducta, enseñaba Secundino Núñez. Así aseguramos la victoria sobre este despreciable trípode que parece sostener nuestra “patriótica” estructura interior que atenta contra la sabrosa convivencia humana:
Incorporando a nuestra “mitad superior” esta virtud, nos guiará a cultivar la mente, fortalecer la voluntad, para disciplinar la conducta, enseñaba Secundino Núñez. Así aseguramos la victoria sobre este despreciable trípode que parece sostener nuestra “patriótica” estructura interior que atenta contra la sabrosa convivencia humana:
1. Mbareté-pokaré: Monstruo arrogante, prepotente y astutamente deshonesto.
2. Vaí Vaí - ovalémante: Dardo que apunta certero al corazón de la Excelencia.
3. Ñembotavy: Base de nuestra mentirosa y bestiaria conducta.
Si Ética es el “arte de vivir para ser mejores”,
al decir de Sócrates o, el de “camino para alcanzar la beatitud”.... ¿Por qué no tomar carrera hacia
esta meta AHORA?
Ayunemos de la mala praxis que
domina nuestra mente, alma y cuerpo, porque todos, absolutamente todos, podemos
cambiar... si queremos. Para el
logro de este titánico objetivo, la respuesta es volvernos a Dios... porque sólos...no podemos, ¿AJEPA LO MITÂ?
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