¡¡CONDENAR A MUERTE A LA HUMANIDAD!!
El matrimonio no es sólo un simple contrato o acuerdo entre un hombre y una mujer. Para los cristianos, tiene un sentido más profundo que es “una sola carne”, para transmitir vida humana: “Tengan muchos hijos, llenen el mundo y gobiérnenlo” (Gen 1,28).
No es simplemente
una sociedad de dos personas que se quieren, es comunidad conyugal fecunda que
sólo puede establecerse entre hombre y mujer. Lo que significa que los hijos han
de tener papá (varón) y mamá (mujer). Esto es más que obvio y cualquiera lo
sabe.
Luego, no es matrimonio
una unión homosexual. Fernando Cavanillas de Blas,
opina: “La palabra Matrimonio viene del Latín Matrimonium,
que en su esencia significa: oficio o condición de la mujer (Mamá). Es claro
que la condición femenina se fundamenta en la posesión de la Matriz. La Matriz (útero)
es un órgano con el que la mujer procrea.
Sólo a la unión legal de un hombre y una mujer (sexos diferentes) se le llama Matrimonio. Los contrayentes adquieren la condición de Familia y de esta manera perpetúan la especie humana por medio de la procreación. Es la Familia, célula básica y el soporte vital de nuestra sociedad.
Por lo tanto, la
unión de dos varones (que no pueden procrear entre sí) nunca será Matrimonio,
por rotunda imposibilidad física y biológica, ya que ninguno de los dos
contrayentes posee matriz. Poseer matriz es condición fundamental para
constituirse un verdadero Matrimonio, desde el punto de vista Físico, Biológico
y Etimológico.
Es entonces, necesario inventar un nuevo término que “calce” a estas uniones para que solucione y resuelva de una vez por todas, el conflictivo enojo que vivimos. Se puede llamar "Gaymonio" a la unión de personas varones y que naturalmente no poseen matriz.
"Gaymonio" sería una expresión, para mi muy adecuada, a la nueva situación legal de estas parejas masculinas (a las que respeto absolutamente). En el caso de dos mujeres (con matrices, pero sin condición de ser mamás, al no poder fertilizar sus matrices entre sí) se podría llamar "Lesbimonio" (parejas que también gozan de toda mi consideración)”.
Y ya nadie, se ofenderá por llamar Matrimonio a lo que hablando con propiedad, nunca ha sido, es, ni puede ser. El Principio de no contradicción de Aristóteles dice claramente: “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo lo que es”. Y el Matrimonio, no puede ser al mismo tiempo, clara y rotundamente, lo que no es.
La Iglesia no
discrimina a la persona por su tendencia. Pero, remontándose a la razón humana,
a la Sagrada Escritura y a la tradición, insiste: el matrimonio es la unión
conyugal del hombre y la mujer, orientada a la ayuda mutua, la procreación y
educación de los hijos.
En esta defensa
a ultranza de la institución matrimonial, la Iglesia no “gana” nada. No obtiene
ningún “beneficio”. No aumenta su poder, ni su influencia, ni tampoco
incrementa la cantidad de donativos que pueda recibir.
Al contrario, se
expone a la burla pública por parte de gente muy influyente y al rechazo de sus
posiciones por parte de un sector de la población. Si a pesar de este gran
“costo”, la Iglesia sigue insistiendo en su mensaje, es que algo muy serio está
en juego: la familia.
El Catecismo de
la Iglesia Católica Nº 2358 expresa: “Un número apreciable de hombres y
mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta
inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una
auténtica prueba.
Deben ser acogidos con respeto,
compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la
voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la
cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.
Quienes piensan lo contrario, son extremadamente ignorantes o malintencionados, o ambas cosas.
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