¡¡DON Y CONQUISTA!!
(FIN)
Ya lo dijimos, y repetimos lo que un antiguo adagio reza: “La verdadera libertad consiste en hacer lo que se debe y no, precisamente, lo que se quiere”.
La libertad de una persona en una
sociedad libre consiste en actuar admitiendo las limitaciones establecidas por
la misma sociedad. Mi libertad no puede ser ilimitada, porque está limitada por
la libertad del otro. Además, la sociedad, debe negarle al ser humano la
libertad para hacerse daño o perjudicar a los demás. En esto consiste,
precisamente la paradoja de la libertad. No debo hacer lo que quiero, sino lo
que debo.
La libertad forma parte de nuestro
desarrollo personal. Todos sabemos que desde que el niño se independiza de la
madre, con la cual ha formado un todo, se inicia el proceso de desarrollo de su
propia persona. (Esto ya lo hemos aprendimos
en la escuela) Todo lo que al niño pequeño se le da, comida, vestido,
afecto, compañía, se torna de pronto, como algo que se ha conquistado. A este
proceso de liberación y de conquista, Erich Fromm llama “libertad de” las ataduras de lo instintivo, que son naturales:
hambre, enfermedad, miedo, ignorancia, vicios, etc.
Sabemos que los primeros años de nuestra
vida inciden sobre el resto de la existencia. Un trauma, un déficit afectivo o
una situación económica angustiante, pueden dejar profundas huellas
condicionantes. Por ello, todos estamos condicionados por nuestras experiencias
previas.
Sin embargo, no podemos aceptar que el
ser humano, inteligente y con voluntad, sea una marioneta manejada por su
inconsciente. El ser humano NO tiene libertad para No ser libre. Según
Aristóteles: “El que conoce el bien no puede dejar de actuar de acuerdo con
él”
Y el filósofo alemán Guillermo Hegel, en
su “Fenomenología del Espíritu” apunta: “Para que haya un amo, es necesario
que alguien se reconozca como esclavo”. Así como nos enseñan el Apóstol
Pablo, Victor Frank y otros, “aun estando en prisión, un ser humano puede tener
conciencia de su libertad”.
De ahí que el hombre puede,
paradójicamente, ser al mismo tiempo libre y esclavo. Esclavo para los demás,
pero libre para sí mismo, porque el
hombre no tiene libertad para no ser libre; aunque ciertamente, escribe
E. Fromm, existen sujetos que preferirían que otros decidieran por ellos, por
temor a la libertad.
Cuanto más liberados estemos de miedos,
ignorancias y otras ataduras, mejor estamos preparados para vivir en libertad.
Es la libertad para amar, para
trascender, para superar los límites de nuestro propio “yo”, en virtud de que
el hombre es autotranscendencia, además de autoconciencia, comunicación
y autonomía en cuanto a su ser. Sólo el que es libre de, puede ser libre
para donarse a sí mismo, a su familia, al bien común, al otro.
Afirman que el ser humano nace y
se hace. El ser humano es esencialmente moral; posee una libertad potencial
para hacer el bien. Pero los condicionamientos del día a día limitan esa
libertad potencial, y el hombre con frecuencia se siente estimulado, como
impelido a hacer el mal. Sin embargo, cuando medita y toma conciencia de la
distancia que existe entre lo que es y lo que debe llegar a ser,
surge un gran vacío existencial. ¡La
conciencia es quebrantada!
El ser humano tiene libertad -no
derecho- para hacer el mal, pero no tiene libertad para deshacerse de las
consecuencias de su mala acción, es decir, de la culpa que a veces no aparece a
nivel consciente, repetirá una y otra vez el maestro Secundino Núñez.
En la esencia del ser humano está la
libertad potencial de negarse a sí mismo la libertad para hacer el mal con el
fin de encaminarse a hacer el bien. Es el momento en que el hombre se debate en
una batalla interior por la duda de su actuar posible: ¿Hago o no hago?
La libertad moral es la capacidad
individual para tomar decisiones de acuerdo con los principios de justicia,
amor, rectitud y honestidad. A veces, el humano tiene libertad para dañar y no
lo hace, ¿por qué?, porque ha pensado, ha caído en la cuenta que
afecta al otro, tal vez al que ama. En este caso, la renuncia a la libertad de
hacer el mal, en aras de la felicidad del ser amado, es la máxima expresión de
la libertad para amar.
Oímos decir a los profesores de Ética: La
libertad está constituida por elementos tensionales y, necesariamente ha de ser
comprendida desde esta triple tensión: 1. Se tiene libertad y se es libre. Lo
principal no es tener libertad, sino ser libre. Se tiene y se es
libre, no para la permisividad y el capricho. Insisto; la verdadera libertad
consiste en hacer lo que se debe, y no precisamente lo que se quiere.
2.- La libertad es un Don y también
Tarea. Es quehacer, es conquistar el “ser libre” y tener que estar liberándose
continuamente. Y la razón principal es que existe el peligro de perderla
constantemente, por cualquier circunstancia.
3.- Hay libertad De
y libertad Para, son los
momentos de una misma realidad. Necesitamos liberarnos de la ignorancia,
vicios, enfermedades, es decir, de toda atadura que supone el vivir en este
mundo. Y necesitamos igualmente, libertad para realizarnos como personas y
elevarnos a las categorías superiores del crecer y madurar continuamente.
Libertad para construir una persona mejor, una familia mejor, una sociedad
mejor y un mundo mejor.
La saludable “moral de mercado” todo lo
acepta, con el empobrecido argumento de que “son socialmente aceptables ciertas
conductas reprochables, que la posmodernidad y el “adelanto” se encargan de
llevarlas a límites sofistas y narcotizantes pensamientos como: “aunque no
son buenas, en realidad, tampoco son tan malas” ¿No es la cultura del
relativismo en boga? Un ejemplo:
La promiscuidad sexual “socialmente aceptada”,
que no pocas veces, por el hábito, lleva a la homosexualidad, para luego
ensayar una imbécil explicación, que tal conducta o condición es un problema genético
y nada más.
Afirmar que el amor homosexual es “bueno
y natural” es afirmar que la caída o el pecado es “bueno”. En
ese caso, piense en la pregunta que sigue: ¿Qué necesidad tenemos de
redimirnos? ¿Qué necesidad tenemos de
las Sagradas Escrituras? Y, ¿por qué no las descartamos como
irrelevantes?
Dijimos al inicio que nadie es libre si
es irresponsable. Entonces consideremos estos aspectos:
Es un llamado urgente educar con
responsabilidad y preservar la inocencia de los niños. Tanto, medios de comunicación social
como instituciones que reparten y presentan el uso de preservativos como un
acto de responsabilidad y solución contra el problema del Sida, en realidad,
están invitando a los jóvenes a hacer lo que les gusta y a no prever las
funestas consecuencias.
El sexo no es sucio, pero tampoco es
chiste, dirá con energía el P. Jorge Loring. No es tan simple como para
complacerlo así como así. La sexualidad humana debe tratarse con respeto y como
dimensión integradora de la persona. Esto es pensar y actuar con libertad. La
enseñanza moral debe ser positiva, abierta, clara y respetuosa, no defensiva ni
temerosa. Naturalmente, ello requiere talla moral, testimonio de vida,
integridad.
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