¿QUÉ
ES…QUIÉN ES?
El término anticristo significa «el que está contra Cristo o el malo». Otros textos nos hablan del «hombre del pecado», «el rebelde», «el sin ley». Todas estas expresiones indican más o menos lo mismo que anticristo. Resumiendo lo dicho, el anticristo no es sino el malo que se dedica a hacer mal y atesora todo lo que lo produce, mientras que el bueno, o al menos, quien lucha por serlo, padece el dolor y cuanto lo causa.
Paraguay sigue ubicado
entre los países más corruptos del mundo y entre los peores a nivel
sudamericano, de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción 2015 (CPI,
por sus siglas en inglés) de la organización Transparencia Internacional. ¿Por
qué? Porque la clase política está devaluada, aplazada, hedionda. Ya todos
conocemos la saludable impunidad reinante que da lugar a los escandalosos
robos, crímenes y demás azotes por todos sufrido.
De las expresiones del libro El hombre animal no fijado del Prof. Dr.
Carlos Díaz se desprende lo que sigue: “el anticristo es abuso del poder
político, económico y policial, desviación especulativa del dinero, confusión
entre lo público y lo privado, administrado aquello en función de intereses
particulares, discrecionalidad de los medios de masas, uso y abuso de la
mentira como forma de comunicación.
Injusticias que claman al cielo porque el derecho penal cae sobre los
pobres, mientras el constitucional engorda a los ricos, que alardean de su
impunidad, suplantación de lo legítimo por lo legal, bosque de leyes que, lejos
de resolver los problemas esenciales, lo enmascara; violencia, desprecio de la
vida, corrupción, desempleo, evasión fiscal, tráfico de drogas y de
influencias, torturas, secuestros, etc.
Entre el miedo y la impotencia, entre la desconfianza y la
maledicencia, entre la frustración y la
desesperación, en verdad ¿qué son
– se preguntaba san Agustín – los reinos sino grandes latrocinios cuando
no existe justicia?
El anticristo también se da cuando políticos venden su país, diputados
venden su conciencia, electores venden sus votos, generales venden sus
ejércitos al enemigo, jueces venden las absoluciones y las condenas, hombres
influyentes venden los empleos, las categorías y los privilegios de que
disponen.
Abogados, procuradores y jueces compran conciencias y venden sentencias
es decir, a sus clientes, hay maridos que venden a sus mujeres, y hay madres
que venden a sus hijas. En esta moderna Babilonia, la mitad del mundo vende a
la otra mitad. La otra mitad compra.
Una libertad de movimientos en la pecera común donde el pez gordo se
come al pez chico, el zorro pasea en el gallinero. Los defensores de esta
teoría imaginan seguir pudiendo devorar sin trabas a los más débiles hasta el
fin de los tiempos, o al menos hasta la desaparición de todos los débiles.
Dicho más sencillamente, si cabe, en forma de diálogo: «Yo, el gordo, te devoro a vos, el flaco,
porque si no te devoro no tendré fuerzas suficientes para buscarte la comida,
que vos por ser débil, no podés procurarte».
Sabemos muy bien que no son pocos los que en el ejercicio de su opción
y plena libertad, se atreverán a descalificar y menospreciar como utópico, como
sinónimo de medio bobo, o bobo y medio, a quien orienta su lucidez hacia la acción
difícil, como es ser pro-Cristo, pues en este desorden establecido -al decir de Mounier - es más fácil ser
anticristo.
Un eficaz antídoto contra al anticristo me parece este: No se puede ser pobre de espíritu y
vivir como el rico Epulón. Pobres son los que han elegido la libertad de
no estar encadenado a sus ambiciones y prestigio social. La miseria
obligada es esclavitud, pero esta pobreza libre que Jesús pregona es
liberación. El no pide renuncia a la riqueza por la riqueza, lo que pide es
plenitud de Dios y renuncia a todo aquello que, en la riqueza, aparta de Dios.
(cfr. Mt. 5, 1-12)
¿A cuántos molestará terriblemente esta reflexión? Jesús firmó su
propia sentencia de muerte cuando enseñó las bienaventuranzas. No puede
predicarse algo tan descabellado y contrario a la sabiduría de este mundo sin
que el mundo acabe vengándose y llevando al predicador a la muerte. Porque,
decir las cosas que dijo, es la mejor manera de crearse enemigos (…)
La crucifixión no puede estar lejos de quien se atreva a decir: ¡ay de ustedes los ricos! ¡ay de ustedes
los pokaré en ostentosos cargos, que resultan cargas para los que no son del
«equipo», cuando se hacen ricos a costa del pobre! ¡ay de ustedes que viven las
riquezas, honores y comodidades de este mundo, porque ya han recibido consuelo!
De modo que es una invitación cristiano añeteté a actuar denunciando las injusticias (ejerciendo las
atribuciones conferidas en el Bautismo, la de sacerdote que enseña, profeta
que anuncia y denuncia y rey que tiene dominio sobre sí mismo),
porque ciertas leyes son como las telas de araña, que detienen a los mosquitos
mientras dejan pasar impunemente a abejas
y avispones.
Ciertamente, robamos también cuando sabemos que el jefe o compañero de
trabajo meten la «mano en la lata»,
aún cuando no estamos directamente involucrados en su delito pero, callamos por comodidad o miedo: Es el robo
«pasivo» o por omisión. ¿De qué vale
ganar el mundo entero si se pierde el alma? Cada uno OPTA por ser de
Cristo o anticristo. ¡Sin Cuaresma no
habrá Pascua!
No hay comentarios:
Publicar un comentario