INCOHERENCIA
POR EL “CIELO”
Dicen los que
saben que educación es cambio de conducta. Los educadores no son llamados a ser
meros transmisores de datos, contenidos y programas, sino también y, fundamentalmente,
fuentes orientadoras y modelos de
conducta, para que los alumnos adquieran y desarrollen conocimientos, (instrucción),
actitudes y hábitos (educación) para una sana convivencia humana.
Dice Carlos Díaz, palabras más, palabras
menos: “Hace rato asistimos a un acelerado proceso de deshumanización, de
materialismo, de competitividad y de marcado acento individualista. El nuevo “becerro de oro”, el curriculismo académico,
que poco habla de lo real, convoca, interpela y exige al estudiante, a
participar de la “loca carrera” por obtener cartones y más cartones, que
acrediten al “acartonado” poseer vasta información, aunque no siempre,
formación”.
En nuestra cultura “globalizada y
globalizadora” priman criterios pragmáticos, técnicos y economicistas por sobre
los valores humanos. Esto es innegable. Nuestra sociedad ha dejado atrás
valores como los religiosos-espirituales, el rol educativo de los padres, la
fidelidad conyugal, el respeto a los mayores, la honestidad, la verdad, en fin,
la dignidad del ser humano.
Una antigua máxima reza: “Explicamos lo que sabemos, pero
enseñamos lo que somos” No basta, entonces, con que el profesor posea
vastos conocimientos académicos (si lo tiene), es necesario que trasmita valores,
porque, Instrucción más Educación es igual a cambio de conducta.
Algunas incómodas preguntas: ¿Son los profesores ejemplos en el
espíritu de servicio? ¿Hay coherente entre su “decir” y su “hacer”? ¿Cuántos
profesores carecen de autoridad moral para inculcar a sus alumnos normas de
conducta en aula?
Un docente impuntual que deifica la
llegada tardía, por considerarla “sólo un mal menor” entre tantos, podrá ser un
eficaz “informador de contenidos”, así como un excelente “deformador”. Por ello habrá que distinguir muy
claramente la diferencia que existe entre el docente de profesión y el que ejerce la docencia por diaconía, que estimula el
servicio y transmite amor.
Amar es ayudar, promocionar al otro con
delicadeza, pero con firmeza. Cobardía eterna es proteger el “yo”, ignorando y
callando lo que no está bien, para no caer mal, prefiriendo ser, como dicen algunos
alumnos, un “prosor calidá” antes que cumplir con su misión. Sepa usted
profesor, que a pesar de “caer” bien al alumno, y aunque éste le sonría,
interiormente lo desprecia por su falta de hombría y honestidad.
La historia nos recuerda el trágico
resultado que produjo la débil conducta moral de Pilato, quien por proteger
demasiado su “yo”, para no quedar “mal” ante la opinión de los demás,
traicionó la Inocencia y Verdad personificada en Jesús, dando inicio a la gran
mentira-crimen (Barrabás) que mató la Verdad. Pilato sabía que Jesús era
inocente, pero su cobardía pudo más. ¡Cuántos profesores también matan
hoy la “verdad” con su irresponsabilidad y cobardía!.
Los alumnos son confiados a nuestra
responsabilidad, son sujetos de amor y de respeto, y debemos auparlos
sobre nuestros hombros, para que vean el mejor horizonte, “un horizonte mejor”,
al decir del profesor C. Díaz. Pero hay que educarlos (…). Educar no es solo
hablar, es despertar personas. Educar no es instruir solamente, es
lograr mutar hábitos.
Padres y maestros, debiéramos alentar al
estudio, aun cuando sea verdad el argumento señalado. Es verdad también, que la
situación económica, moral y social que vive nuestro país, no es la mejor
incubadora para la formación humana; pero ello no exonera a los padres
la responsabilidad de educar.
Afirmaba C. Díaz en el Aula Magna de
la UC, Campus Alto Paraná- año 2002:
“Amistad y magisterio comparten morada” Nos reclamamos, por ende,
educadores-educandos porque preexiste en cada uno de nosotros, tanto una
necesidad de enseñar, como de ser enseñados.
Nuestra era, tan abundante en aulas,
como deficiente en maestros, ha de aprender a enseñar de otro modo,
sustituyendo el magisterio de la sospecha, por el ministerio de la
magnanimidad, que consiste en servir creyendo lo que se dice”
“Hermoso es el cariño del verdadero
maestro (magíster) que enseñándote te impulsa a elevarte más (magis)
haciéndose a sí mismo menos (minus), para que tú crezcas y desarrolles
lo mejor que duerme en ti. Sí: la otra cara del magíster es el “minister”
o servidor.
Así el servido se convierte en discípulo, el cual aprende sin
rigidez pero con firmeza, con disciplina. Nada de hacer del alumnado un limbo
de adoradores de los profesores por encontrarse circunstancialmente sobre la
tarima".
Apunta, entre otras cosas, el Dr. Roger
Texier, en su libro Antropología y Filosofía de la Educación p, 126-127: Educar no es lo mismo que
informar, amaestrar, domar, que se aplica a los circos, y, lamentablemente
también en algunas comunidades en que el hombre no es libre para pensar,
opinar, expresarse, donde solamente cumple órdenes.
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