jueves, 23 de marzo de 2017

EDUCACIÓN POR EL SUELO

                                INCOHERENCIA  POR  EL  “CIELO”

Resultado de imagen para mala educacionDicen los que saben que educación es cambio de conducta. Los educadores no son llamados a ser meros transmisores de datos, contenidos y programas, sino también y, fundamentalmente, fuentes  orientadoras y modelos de conducta, para que los alumnos adquieran y desarrollen conocimientos, (instrucción), actitudes y hábitos (educación) para una sana convivencia humana.

Dice Carlos Díaz, palabras más, palabras menos: “Hace rato asistimos a un acelerado proceso de deshumanización, de materialismo, de competitividad y de marcado acento individualista. El nuevo “becerro de oro”, el curriculismo académico, que poco habla de lo real, convoca, interpela y exige al estudiante, a participar de la “loca carrera” por obtener cartones y más cartones, que acrediten al “acartonado” poseer vasta información, aunque no siempre, formación”.

En nuestra cultura “globalizada y globalizadora” priman criterios pragmáticos, técnicos y economicistas por sobre los valores humanos. Esto es innegable. Nuestra sociedad ha dejado atrás valores como los religiosos-espirituales, el rol educativo de los padres, la fidelidad conyugal, el respeto a los mayores, la honestidad, la verdad, en fin, la dignidad del ser humano.
     
Una antigua máxima reza: “Explicamos lo que sabemos, pero enseñamos lo que somos” No basta, entonces, con que el profesor posea vastos conocimientos académicos (si lo tiene), es necesario que trasmita valores, porque, Instrucción más Educación es igual a cambio de conducta.

Algunas incómodas preguntas: ¿Son los profesores ejemplos en el espíritu de servicio? ¿Hay coherente entre su decir” y su  “hacer”? ¿Cuántos profesores carecen de autoridad moral para inculcar a sus alumnos normas de conducta en aula?

Un docente impuntual que deifica la llegada tardía, por considerarla “sólo un mal menor” entre tantos, podrá ser un eficaz “informador de contenidos”, así como un excelente “deformador”. Por ello habrá que distinguir muy claramente la diferencia que existe entre el docente de profesión y el que ejerce la docencia por diaconía, que estimula el servicio y transmite amor.

Amar es ayudar, promocionar al otro con delicadeza, pero con firmeza. Cobardía eterna es proteger el “yo”, ignorando y callando lo que no está bien, para no caer mal, prefiriendo ser, como dicen algunos alumnos, un “prosor calidá” antes que cumplir con su misión. Sepa usted profesor, que a pesar de “caer” bien al alumno, y aunque éste le sonría, interiormente lo desprecia por su falta de hombría y honestidad.
    
La historia nos recuerda el trágico resultado que produjo la débil conducta moral de Pilato, quien por proteger demasiado su “yo”, para no quedar “mal” ante la opinión de los demás, traicionó la Inocencia y Verdad personificada en Jesús, dando inicio a la gran mentira-crimen (Barrabás) que mató la Verdad. Pilato sabía que Jesús era inocente, pero su cobardía pudo más. ¡Cuántos profesores también matan hoy la “verdad” con su irresponsabilidad y cobardía!.

Los alumnos son confiados a nuestra responsabilidad, son sujetos de amor y de respeto, y debemos auparlos sobre nuestros hombros, para que vean el mejor horizonte, “un horizonte mejor”, al decir del profesor C. Díaz. Pero hay que educarlos (…). Educar no es solo hablar, es despertar personas. Educar no es instruir solamente, es lograr mutar hábitos.
    
Padres y maestros, debiéramos alentar al estudio, aun cuando sea verdad el argumento señalado. Es verdad también, que la situación económica, moral y social que vive nuestro país, no es la mejor incubadora para la formación humana; pero ello no exonera a los padres la responsabilidad de educar.
   
Afirmaba C. Díaz en el Aula Magna de la UC, Campus Alto Paraná- año 2002: “Amistad y magisterio comparten morada” Nos reclamamos, por ende, educadores-educandos porque preexiste en cada uno de nosotros, tanto una necesidad de enseñar, como de ser enseñados.

Nuestra era, tan abundante en aulas, como deficiente en maestros, ha de aprender a enseñar de otro modo, sustituyendo el magisterio de la sospecha, por el ministerio de la magnanimidad, que consiste en servir creyendo lo que se dice”

“Hermoso es el cariño del verdadero maestro (magíster) que enseñándote te impulsa a elevarte más (magis) haciéndose a sí mismo menos (minus), para que tú crezcas y desarrolles lo mejor que duerme en ti. Sí: la otra cara del magíster es el “ministero servidor.
    
Así el servido se convierte en discípulo, el cual aprende sin rigidez pero con firmeza, con disciplina. Nada de hacer del alumnado un limbo de adoradores de los profesores por encontrarse circunstancialmente sobre la tarima".       

Apunta, entre otras cosas, el Dr. Roger Texier, en su libro Antropología y Filosofía de la Educación  p, 126-127: Educar no es lo mismo que informar, amaestrar, domar, que se aplica a los circos, y, lamentablemente también en algunas comunidades en que el hombre no es libre para pensar, opinar, expresarse, donde solamente cumple órdenes.

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