miércoles, 31 de octubre de 2012

CONVIVIR CON AMABILIDAD EN FAMILIA

¡Qué gusto, pero cuán difícil!

Cada uno de nosotros nacemos del amor de Dios y de un acto de amor entre un varón y una mujer, y quien nació del amor, sin amor no vive. Vida sin amor no es vida, nos ha dicho una y otra vez el recordado Hermano Roger Texier.

Esencialmente social, todo hombre procura relacionarse con los otros. Se siente feliz cuando es amado. La experiencia nos enseña que las relaciones humanas en familia, transcurren normales, felices, cuando procuramos convivir de manera amable. ¡Vivir, todos vivimos. Convivir, no todos lo sabemos!.

Como todos los miembros de una familia son seres humanos, y como todos los seres humanos, muchas veces yerran en el convivir de manera amable, implica la necesidad de perdonarnos los unos a los otros. Perdón es amor, cuando perdonamos mostramos amor y el que ama también sabe perdonar. El perdón y el amor no se separan. El amor es gratuito como gratuito es el perdón, nos enseña el Registro Bíblico.

Dios es AMOR, ES PERDON, ES VIDA. El Maestro Jesús, en la oración del Padrenuestro, nos enseña al rezar: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. El perdón es la otra cara del amor. Es claro que el perdón también depende de la gracia de Dios; pero quien reza, con amor en su corazón, alcanza la gracia de perdonar y de ser perdonado.

Cuando el papá, la mamá y los hijos saben convivir de manera amable la vida se vuelve mucho mejor. La convivencia en un clima de amor hace agradable todos los momentos de la vida en común, convivir así es dialogar, es trabajar, es saber jugar y descansar, orar en espíritu de unión y de amor.

Todo esto resulta en relaciones humanas agradables en la familia, en relaciones humanas revestidas de amor y felicidad, y hace que el egoísmo desaparezca dando lugar a la alegría de vivir. Cuando la familia reza unida, tal vez dándose las manos alrededor de la mesa, formando una corriente de oración se crea, invisiblemente, una cadena de unión, de ahí el dicho; “la familia que reza unida, permanece unida”.

Todo esto parece muy poético, es verdad. Además, ¿quién ignora que es así?. Y podría agregarse: “Jaikuá voí ningó”. Pero, muy curiosamente, decimos que queremos paz, y nos peleamos; exigimos respeto de los demás, pero avasallamos derechos de otros; decimos querer ser felices, pero hacemos todo para no serlo, es decir, ¿por qué hacemos exactamente todo lo contrario de eso que decimos saber y que nos provoca malestar?

La paz familiar no depende de si hace calor o frío, ni de conductas tilingas del gobierno, ni del resultado de un partido de fútbol. Depende única y exclusivamente de todos y cada uno de sus miembros, papá, mamá e hijos que la familia ya no sea tan fácilmente pulverizada, como lamentablemente se da hoy.

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