domingo, 14 de octubre de 2012

CRISIS DE LA VOLUNTAD

Para pensar un poquito…

Hay momentos en que ponemos en duda el sentido de nuestra vida. Sean estos por variados motivos. Entre ellos, la fatiga por el desánimo que nos envuelve ciertos deseos insatisfechos. Y no pocos han manifestado querer “abandonarlo todo”. Algunos, trágicamente, han optado por el suicidio.

Quizá una razón haya sido entusiasmarse en demasía con proyectos, como obtener un título universitario, por ejemplo. Pero ello requiere perservar en el aburrido transitar por el esfuerzo de la dedicación al estudio. Perseverar es más difícil que soñar. Pero la vida real es mucha rutina, repetición. El día a día no siempre es bonito y agradable; también es monótono y cansino.

Normalmente, esta fatiga llega al pasar la segunda edad, cuando las fuerzas biológicas comienzan a decaer. Por eso se habla de crisis de la “mediana edad”. Esta etapa afecta a matrimonios bien constituidos, como a vocaciones religiosas. Lo mismo ocurre con muchos profesionales convencidos de la carrera que han elegido, con cariño y firmeza.

Es que con el tiempo, lo ideal da paso a lo real, pues lo real es aceptarse tal cual uno es y tiene, aunque no haya logrado lo que quería ser o tener. En la bella etapa juvenil, este planteamiento, no es frecuente y por consiguiente, no es molestoso.

En puertas de la tercera edad se manifiestan límites, precariedades de medios, salud deteriorada y demás etcéteras, propios de un proceso que declina. En este momento se produce una “crisis de sentido” de la vida y surgen preguntas que no siempre tienen respuestas, al menos la que quisiéramos. Es frecuente preguntarse: “qué es la vida, qué sentido tiene todo esto?. Y no pocos consideran el momento de tirarlo todo por la ventana.

Lo que debemos hacer es reinventar una nueva etapa, cargada de conocimientos y experiencias que puedan orientar a ver la vida y valorarla desde otra perspectiva. Tal vez sea prudente olvidar los cantos de sirena del relativismo, del hedonismo sin frenos, de la vida superficial. Vivir muchos años es regalo. Así las cosas, ¿por qué no desechar lo que nos disgusta y, en cambio, disfrutar de tantas bendiciones recibidas?.

Disfrutar de la compañía del cónyuge, de los hijos, de los amigos y de tantos presentes que la vida nos ha brindado. Y sobre todo, pensar seriamente que el corto tiempo de vida terrenal, paradójicamente, debemos utilizar para asegurar nuestra felicidad eterna.

Entonces esta crisis pasajera, será eso, pasajera. La esperanza de un mundo mejor y para siempre, ha de ser el faro que alumbre nuestro destino final. Sería útil meditar sobre aquellos versos de Lope de Vega:

“Píensalo Bien. Yo, ¿para qué nací?
Para salvarme. Que tengo que morir es infalible.
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible! ¿Y río, duermo y quiero relajarme?
¡Posible! ¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?
Loco debo ser, pues qué hago por ser santo?”

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