¡Por que soy libre… No por Derecho!
Es muy común oír a personas irrespetuosas
decir con académica pulcritud: “disculpe”,
aun cuando tal conducta sea repetitiva. El mal, es siempre “mal”, aun cuando se
lo considere pequeño; si es habitual, ya se vuelve vicio. ¿Qué se esconde
detrás de quien opta por hacer mal cosas?. ¿Soberbia, síndrome de superioridad,
idiotez….?
Si
la voluntad acompaña
a la inteligencia, lo que ésta
considera acción buena ... ¿por qué el homo
sapiens acaba haciendo lo contrario?. Incluso, quien dicta cátedra y aconseja
bien, puede ser incapaz de vivenciar en lo cotidiano su prédica. Es que la incoherencia desdibuja y enaniza las
eventuales competencias cognitivas que puedan adornar al irredimible infractor.
Somos libres, no para "encastillarnos" por
encima de la ética, sino para obrar, con respeto. Vivir, cualquiera vive, vivir
éticamente, en sociedad…ya no es fácil, dirá Roger Texier. Ser libre comporta
responsabilidad; un sujeto responsable respeta al semejante hasta en los mínimos
detalles. Responsabilidad es asumir las consecuencias de los propios actos. Siempre hemos de rendir cuentas ante alguien.
Lo propio del inteligente es actuar
acorde con lo que sabe, y no con lo que siente. No se ignora que nos debemos
respeto mutuo y no, desafío con fuerza bruta. (Mbareté). Debemos hacer las
cosas bien, no por mera evaluación de consecuencias, sino por profunda
convicción. (Ayllón). ¡Cómoiko cuesta entender tanto ..che Dio... exclamaría doña Maéra!
Con razón, Ovidio, aquel poeta latino ha dicho: “Video meliora, et deterios sequor”
“Veo lo mejor, y sin embargo, sigo lo peor”. El hábito es una
estructura repetitiva, un esquema de comportamiento que muchas veces, se
convierte ya en involuntario. Es la “materia prima” de la virtud o del vicio. Pero el vicio no tiene
la última palabra.
Apliquemos, entonces, la conocida Regla de
Oro: “No hagas a los otros los que no quisieras que te hagan a ti”, y
todo nos irá mejor, porque nos permitirá vivir sin innecesarios conflictos, en
paz, esa paz que tanto anhelamos y necesitamos, pero que, fácilmente,
deportamos. De cada uno depende vivir sabrosamente las relaciones humanas.
¡Amén!
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