¡Y el sentido de
la vida...!
Atribuyen
a Aristóteles decir: “Todo ser humano aspira a ser feliz, porque es
“el mayor y el más precioso de los bienes”. Unos dicen que la felicidad es
logar placer sin límites. Otros que, realización personal y, no pocos…total
ausencia de problemas”.
Hoy
se conforma un nuevo estilo que tiene en el consumo su modus vivendi. Bienestar
que procede de la calidad de valores como la salud y la vida; y económicos; como
la empresa, la organización y el lucro económico, afirma Mounier.
Pero,
¿es posible ser feliz donde la tilinguería desenfrenada impone su “salvaje ley”?
¿Es posible
ser feliz donde una gran parte de la fauna guaraní ignora el respeto a los
demás? ¿Cómo
ser feliz en un mundo donde la delincuencia no conoce frenos ni barreras?
La
ola de delitos e inseguridad, después del covid-19, se convirtió en grave
problema que azota al país. Cada día aumentan casos de asaltos de carácter
violento. Los delincuentes asaltan en plena luz del día sin miedo, una y otra
vez, aquí y allá.
Viktor
Frank dice que “al hombre de hoy se le hace difícil cualquier orientación hacia un
sentido. Aunque tenga lo suficiente para vivir, no sabe exactamente para qué
vive”.
Si
desconoce el sentido de su vida, entonces ¿qué importa asaltar, robar y matar? Pero
si encuentra sentido, entonces está dispuesto a renunciar, a asumir el
sufrimiento, incluso, a sacrificar su vida como lo hiciera Maximiliano Kolbe.
Por
eso, el cristiano militante -no el cristiano sociológico-gua´ú-, debe
combatir de frente, contra “viento y marea”, haciendo más que hablando,
para no ser cómplice o víctima de la misma trampa que quiere combatir.
Luego,
es “urgente y necesario” que el cristiano militante madure en valores que cacarea
poseer, frenando sus “necesidades subjetivas”, con escala de valores objetivos.
Para ello, necesita autodominio y coherencia
de vida.
Afirma
aquel amigo “si integramos los valores, vivimos
en armonía, nos encontramos en condiciones de ser felices, aunque la felicidad
tropiece en ocasiones con sufrimientos”. Porque, ser recto y veraz en una
sociedad carcomida por la corrupción, supone padecer.
La
clase política y representantes, dice Juan Pueblo, no muestran vergüenza en su
actuar. Naturalmente,
como no existe el mal absoluto, también están las honrosas excepciones.
“Paraguay,
con una puntuación de 28 sobre 100 posibles, se ubica en la posición 137 dentro
del Índice de Percepción de la Corrupción, según Transparencia Internacional,
cuyo informe se dio a conocer…” (www.la nación.com.py-28.01.21).
El
puntaje obtenido por nuestro país es igual a la cifra registrada el año pasado,
por lo que mantiene su posición a nivel general y entre los países más
corruptos del mundo.
El
decente sabe que felicidad es: “Hacer lo que se debe y Querer lo que se hace”.
Aunque para ello se exponga al dolor, al asedio, al desprecio. Según Mounier,
exponerse al optimismo trágico, es vivir como Teresa de Calcuta, Juan Bosco,
y tantos más.
El
Sermón de la Montaña nos recuerda que la felicidad está más allá del dolor y de
la muerte. No es mayor el dolor que la gracia. Llevamos un tesoro escondido en
vasijas de barro, y esto es lo bello, dice Carlos Díaz.
Nuestro
compromiso está vacío si no está referido a un Absoluto, a Ñandejara-Dios. Ese
Absoluto es el Amor que amó primero y que nos pide hacer lo mismo con el
prójimo.
Sólo
con Cristo podremos vencer, preparados para el ninguneo, tiros cruzados, calumnias,
y burlas de los impolutos, a quienes a pesar de todo, no debemos odiar, porque
tal acción paradójica, es mandato divino.
¿No
cae la lluvia y no sale el sol sobre buenos y malos? Si la vida tiene
sentido, la felicidad es posible. Que a partir de esta Navidad, mi vida tenga
sentido y no me contente con inunda mi casa con cien lucecitas, mientras mi
corazón permanece oscuro e insolidario con el prójimo.