Megalo “grande” y Manía “obsesión”
Al punto, un chiste muy conocido: “Del político que al abrir la nevera en su casa a medianoche, al ver la luz del refrigerador, comenzó a hacer declaraciones creyendo, medio dormido, que se trataba de una cámara de televisión”.
Es bueno recordar que nada ni nadie es libre fuera de Dios. El hombre no es alguien absoluto. Su limitación es triple: física, psicológica y moral… respecto a la moralidad de sus actos, sabe que hay cosas que puede, pero no debe hacer. (Ayllón “En Torno al Hombre” p.114).
Luego, cuando mis actos atropellan derechos de terceros, atento contra la justicia y rompo la paz. Y hablar en el siglo XXI de necesidad de respetar reglas de convivencia social, es de por sí, un grave atraso y atentado contra la razón.
Un acto de prepotencia provoca la ira de otros y quebranta la paz pública; un acto inmoral, y cualquier inmoralidad no puede defenderse en nombre de la libertad, porque entonces, no se podría condenar el crimen, el robo, la mentira, etc.
El hombre, por ser alguien privilegiado en el cosmos, posee inteligencia, que le permite entender la realidad. Hace “conocer y entender lo que las cosas son”. Quien actúa como un mono, no “comprende” lo que hace al violentar reglas de convivencia humana.
La sociedad progre que cultua sólo el conocimiento, ya tiene el sello del fracaso. ¿Cómo se explica que tanta tecnociencia y tecnología, produzca cada vez más harapientos, más ignorantes, más prepotentes?
El hombre tecnita y megalómano, el pretendido rey de la creación se ignora a sí mismo, desconoce su dignidad. Se torna un ser desgraciado -aun con dinero- porque se vuelve juguete, piltrafa o una cosa cualquiera que no merece respeto, porque no se hace respetar.
Quien actúa con prepotencia, probablemente se siente superior a los otros. Pero nadie es creíble -según Carlos Díaz- mientras esté en la esta tierra. San Francisco gritaba: “Tú me crees santo, pero yo puedo aun tener hijos con una prostituta, si Dios no me sostiene”.
¡La credibilidad no es de los hombres, sólo
es de Cristo! ¿Podríamos
creernos mejores que San Francisco? De ser así, cantemos salmos de alabanzas
ahora y siempre.
Hay gente -autoridad incluida, no creíble. La megalomanía esclaviza mente y corazón, y como bestia persigue sus instintos sin frenos ni barreras. Luego, la justicia para unos es venganza y para otros, aniquilación del prójimo. ¿Puede negarse esta realidad dolorosa?
El hombre de la era “progre”, bufón del sindicato de vedettes intelectualoides y popes de la moral para maniquíes (Mounier), vive ciclos de “explosión de delirio”, pues le carcome su propia deificación. Así, aun los mayores males, se disfraza y se "justifica racionalmente".
Todo cristiano desea la felicidad ahora, y en el cielo, al final de la vida. Alguien ya dijo que “el cielo es allá donde lo más mío sale corriendo hacia lo más otro”. Con otras palabras:
Podemos
vivir ya las bondades del cielo, ¿cómo? respetando a los demás como queremos que nos
respeten. Es regla de oro que podemos cumplirla... si nos
empeñamos…porque: “El hombre es inteligente, es más que un mono con pantalones”.
Cualquier parecido con nuestra realidad actual... ¡es pura coincidencia!
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