Dicen quienes saben y así lo sentimos: Los buenos amigos son buenos
para la salud, ya que nos brindan afecto. Son soporte y bálsamo en tiempos
difíciles. Ellos acrecientan nuestra confianza y autoestima.
Estudios revelan que los adultos mayores con una vida social activa, pueden
vivir más que otros adultos con menos conexiones. Pero, no siempre es fácil
mantener la amistad.
Las amistades pueden ser relegadas en relación a otras necesidades por
cuidar a padres ancianos, a niños, por cambio de trabajo o por cualquier o por
que se hayan mudado a otra ciudad o país.
Pero, ¿cómo nace una amistad? Quizá, debido a la cercanía, a la calidad de
persona en el trabajo, en la escuela…o encuentro en algún viaje…que dejó una
impresión afectiva, aunque estos contactos hayan sido muy casuales.
Amistad es dar y recibir. A veces damos apoyo y otras veces, lo recibimos.
Hace falta que los amigos sepan que nos importan y que vigorizan el lazo
afectivo. Luego, es vital que yo sea buen amigo, así como que me rodee de buena
gente. Amistad real, es bendito lujo.
Amistad es confianza y responsabilidad. Es no fallar a la
palabra dada. Es llegar a hora, es cumplir promesas hechas. No “cacarear”
información confidencial que me comparte. Es escuchar, no hablar solo para
responder como “lorito ka'u” (ka'u: borracho).
Los verdaderos amigos comparten lo que piensan y
sienten, porque hablan sobre historias personales e inquietudes. Es señal que los amigos ocupan un lugar especial en nuestra vida, y profundiza el
vínculo.
Algunas amistades se rompen fácilmente, pero hay amigos más fieles que un
hermano (Pr.18 24). Cuando los amigos comparten un hondo deseo de crecer
para ser como Cristo, entonces estas amistades transforman y refinan la virtud.
Se atribuye a Aristóteles, no cristiano, haber
dicho: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos”. Creo en
la amistad sincera, por ello dejo parte de la canción de A. Cortez y
Facundo Cabral:
“A mis amigos les adeudo la ternura y las palabras de
aliento y el abrazo; el compartir con todos ellos la factura que nos presenta
la vida, paso a paso.
A mis amigos les adeudo la paciencia de
tolerarme las espinas más agudas; los arrebatos de humor, la negligencia, las
vanidades, los temores y las dudas.
Un barco frágil de papel, parece a veces la
amistad pero jamás puede con él la más violenta tempestad porque
ese barco de papel, tiene aferrado a su timón por capitán y timonel: un
corazón…
Hoy, me siento feliz por reencontrar a personas que
considero amigas, ¡luego de 20 años!. Creo en la verdadera amistad, porque lo
siento presente. “Para alegrar el corazón, buenos perfumes; para endulzar el alma, un
consejo de amigos" dice, Pr..27-9)
Demos siempre gracias a Dios por lo amigos, orando con ellos y Por ellos. ¡Nada cuesta!
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