Desde que nacemos hasta que morimos, desde
que nos levantamos, hasta acostamos, nuestra actividad avanza junto a otras
personas y en función de ellas. Vivimos en familia, nos vinculamos con amigos
en la escuela, en el trabajo, en la iglesia.
Luego, el hombre es un ser social, ya que habita en un ambiente donde no está solo, se relaciona con otras personas, cada una de ellas con costumbres, intereses e ideas propias. Por eso, debe ordenar la convivencia con los demás, para vivir en un marco de respeto.
Todos somos responsables padres, autoridades…pues la responsabilidad que cedemos a otros, ya no es tal. Y nuestro deber no es hacer paraísos políticos sobre cementerios sociales, ni cementerios políticos sobre paraísos sociales, dirá el Dr. Carlos Díaz H.
Al punto, Alfonso Milagro dice: Hay cuatro clases de hombres: 1-Aquel que no sabe nada, y no sabe que nada sabe; es un ignorante; compadécete de él. 2-Aquel que no sabe nada, y sabe que nada sabe: es ingenuo; enséñale lo que tú puedas y él necesite.
3-Aquel que sabe, y no sabe que sabe: está dormido, despiértalo. 4-Aquel que sabe, y sabe que sabe: es un sabio; imítalo.
No siempre es fácil ubicarnos con equidad y sin engaños en el plano que nos corresponde; pero, no es imposible. Es un deber de conciencia, ya que no debemos tenernos ni por más de lo que somos, ni por menos de lo que Dios nos da.
Tenerse por más de lo que uno es, es despreciable soberbia; no reconocer lo que uno en realidad es, es acto de ingratitud para con Dios, quien depositó en cada uno de nosotros, las cualidades con las que somos enriquecidos.
Seamos sencillos y agradecidos. “Tengan un mismo sentir los unos con los otros; sean más bien humildes; no se gloríen en su propia sabiduría” (Ro 12, 16). Tratemos a los demás con humildad, con bondad; parece fácil, pero no lo es y por eso supone, no poca santidad.
Guillermo Rovirosa, militante obrero cristiano decía: “Mi suciedad congénita, me lleva como a los cerdos a revolcarme en la primera charca putrefacta que encuentro, o en la propia inmundicia que yo mismo me fabrico, sin descanso y sin medida”.
Todos tenemos libertad -no derecho- para hacer el mal; pero no tenemos libertad para deshacernos de las consecuencias de nuestras malas acciones, es decir de las culpas...
“Hay dos clases de personas: una la de los justos que se saben pecadores, y otra, la de los pecadores que se creen justos. Estos carecen de la óptima brújula de aquellos: la virtud de sentir vergüenza y dolor por el mal causado” , dice Carlos Díaz.
Pregunto: Si ocupara una banca en el Congreso -para muchos Cámaras de la vergüenza-... ¿Sería yo diferente de aquellos? Y si no soy… ¿tendría la decencia y valentía de acusarme como lo hizo Rovirosa?...o, daría razón a la sentencia de William Shakespeare, que dice:
“Lloramos al nacer porque
venimos a este inmenso escenario de dementes”. Y
otra, de George B. Shaw: “A los políticos
y a los pañales hay que cambiarlos seguido….y por las misma razones”.
Así las cosas: ¿Realmente… sabemos quiénes y cómo somos, y con cuál de los 4 tipos de hombres señalados por A. Milagro, me identifico?
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