QUE USTEDES AL CIELO.
"Un hombre tenía dos hijos.
Llegándose al primero, le dijo: 'Hijo, vete hoy a trabajar en la viña'. Y él
respondió: 'No quiero', pero después se arrepintió y fue. Llegándose al
segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: 'Voy, Señor', y no fue. ¿Cuál de los
dos hizo la voluntad del padre? El primero, le dicen". (Mt. 21, 28-31)
Estas palabras duras y desagradables de Jesús, hemos
leído una y mil veces…pero ¿qué tanto hemos entendido, aprendido y practicado?
El hijo de la parábola que dice Sí representa a aquellos que dicen conocer a Dios, hablan de Dios, se venden como buenas personas. Pero, cuando se trata de poner en práctica las exigencias de vida ética, es decir, de respeto y consideración al prójimo, oñemotavy, hesa kuá pe, y japy sapé. Es decir, buenos para nada….¡para nada buenos!
En cambio, el hijo que dice No…pero luego hace, representa a aquellos enfermos de “buenismo”….¡para nada buenos!
que antes vivían fuera de la Ley y de la
voluntad de Dios, pero después, arrepentidos han entendido, aprendido y practicado el Evangelio.
De aquí la conclusión que Jesús pone
ante "los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo":
"En verdad les digo que los publicanos y las rameras llegan antes que ustedes
al Reino de Dios".
La vida del terrícola –desde el fatal error gastronómico en el Paraíso – está llena de prostitutas y publicanos, es decir, de gente que vende su cuerpos y usureros "que se portan bien y no hacen mal a nadie". ¡Baste pensar en quienes justifican tales “profesiones” porque hay detrás una familia que mantener y educar!
Así tenemos que “prostitutas y
publicanos” se asemejan y comparten morada: unas y otros ponen al dios dinero
por encima de todo. Se prostituye la familia, el trabajo, la educación, las
profesiones, los cargos electivos…incluso la fe.
Los honorables, que de tales ni ha H tienen
(salvando las consabidas excepciones), en lo único que parecen coincidir es que
el cargo (carga al pueblo) es para “parir” nuevos ricos, en perjuicio de la
decencia moral del colectivo social, que va desapareciendo vertiginosamente.
Estamos en mundo donde uno se puede
hacer millonario en poco tiempo, embarcado en la ya no sorprendente “carroza”
de la hipocresía social, donde los más letraditos, cuñados, amantes, socios y
demás etcéteras de los poderosos de turno, pueden robar impunemente.
Ya no hay diferencia entre nuevos y
antiguos, todos nos alimentamos con la misma receta: no hay respeto al cuerpo,
se trivializa a la persona, nos volvimos consumidores consumistas del consumo
que nos consume, en busca del pergamino, la fama y el éxito.
Pocos son los jóvenes rebeldes,
aventureros o críticos. Hoy, son ecohedonistas, logromotivados,
libredisfrutadores, pragmatopositivistas, marginalconsumistas y narcisistas.
Pero su trasfondo común es el mismo: La Fiebre del Oro común a los papás y a
los nenes (C. Díaz Ilustración y Religión p-61)
El evangelio nos enseña que Cristo
valora a la prostituta y al publicano, no por su forma de vivir, sino por su deseo
de cambiar y poner al servicio del bien su capacidad de amar. Como Magdalena y
Mateo que, tras convertirse, siguieron al Maestro hasta el final.
Si ayudamos al prójimo a vivir mejor, si
tratamos a todos con respeto y comprensión, si contagiamos confianza y contribuimos
–según nuestras posibilidades- a una vida más humana, estamos “haciendo lo que
hizo el segundo hijo”, es decir, cumplir con
la voluntad del Padre.
¡Todos podemos caer, pero nadie está hecho para quedarse tirado en el suelo!
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