lunes, 15 de julio de 2019

CRISIS DE FE

¿MODA O PROBLEMA?.
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Es, me parece normal que, en algún momento de la vida pasemos por crisis de fe; que las dudas nos “acosen” ante ciertas cuestiones del cristianismo. Gran des misioneros como Juan de la Cruz, Teresa de Calcuta, entre otros, han batallado contra sus dudas internas.

Los motivos pueden ser múltiples: Enfermedades, inconducta de un líder religioso, pérdida de un hijo en accidente, divorcios, decepciones, desempleo, entre otros sufrimientos, que usa el enemigo como “estrategia” para que el hombre dude del infinito  amor de Dios.

Pero existe gran diferencia entre quien cree y no cree: el sentido de la existencia humana. Ayuda a reflexionar para entender nuestra fe, a investigar para determinar la veracidad de nuestras creencias (Hechos 17:11) y llegar a tener una fe razonada y de carácter personal.

Una fe edificada sobre esas bases no se tambalea con facilidad cuando es cuestionada por posturas o creencias contrarias o por los argumentos de incrédulos intelectuales. En última instancia, todo ello puede derivar en una fe más fuerte y curtida.

El Catecismo de la Iglesia católica, nº 153, afirma: “La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él”. Por lo tanto, es un regalo del Señor a sus hijos, es el camino que conduce al hombre a Dios.

“La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación (CIC 164).

La fe es el resultado de un encuentro entre dos personas (el hombre y Dios), parecido -como nos dirá el profeta Oseas- a la relación matrimonial. San Pablo lo expresa maravillosamente cuando escribe: "Sé de quién me fio" (2 Tim 1, 12).

Dice Luis González-Carvajal en Esta es nuestra Fe, p.139 ss: Quizá a la luz de lo anterior podremos reinterpretar lo que suelen llamarse "dudas de fe" y que, en realidad, son más bien "dificultades de creencias", dificultades con nuestras ideas sobre Dios.

Nunca son peligrosas para quien tiene una experiencia personal de Dios, un trato amoroso con él. Como dijo el Cardenal Newman, "diez mil dificultades no hacen una duda". A veces la fe se vive entusiásticamente: La persona de Cristo y su causa nos conmueven tiernamente.

Pero otras veces, en cambio, todo es frialdad y sentimiento de la lejanía de Dios. No hay ningún místico que no se haya quejado alguna vez de haber sido abandonado por Dios. El gran maestro de tal experiencia es san Juan de la Cruz, que incluso le dio nombre inmortal: La Noche Oscura.

Quizá uno de los rasgos de nuestro tiempo sea la generalización de la noche oscura. Pero eso más debe esperanzarnos que deprimirnos: La Noche Oscura es una oportunidad para conocer mejor a Dios; acaba siendo siempre una purificación de nuestros pequeños "dioses de bolsillo", esos que Jenófanes advertía que hemos hecho a nuestra imagen y semejanza.

El silencio de Dios señala la muerte de una imagen concreta de Dios, demasiado pobre, que nos  fabricamos y que, ante una situación nueva, no responde a nuestras expectativas, nos defrauda.

Para el chino "crisis" resulta de la combinación del signo que dice "peligro" y del que simboliza "oportunidad". También la crisis de fe es a la vez peligro de rechazar a Dios, confundirlo con la imagen que rechazamos, y oportunidad de acercarnos más a él accediendo a una imagen nueva que sustituya a la antigua que se ha revelado defectuosa.

Es la convicción de Tolstoi: "Si te viene la idea de que es falso todo lo que pensabas sobre Dios y de que no hay Dios, no te asustes por eso. A muchos les sucede así. Si un salvaje deja de creer en su dios de madera, no es porque no haya Dios, sino porque el verdadero Dios no es de madera."

A veces -y basta repasar la vida de los místicos- la noche oscura dura años; siempre confiando en que volverá a llegar la luz y experimentando en carne propia lo de que la fe es la capacidad para soportar las dudas, a veces terribles.

Ya decía santo Tomás de Aquino que la fe es "menos cierta" que el conocimiento porque las verdades de la fe "trascienden el entendimiento del hombre" ". A Santa Teresa del Niño Jesús, en su lecho de muerte, le venían estos pensamientos: "La muerte te dará no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada"

Para este estado de ánimo sigue siendo insuperable la norma de san Ignacio de Loyola: "En tiempo de desolación nunca hacer mudanza".

Por eso es profundo el consejo que Herrmann F. Kohlbrügg daba a su discípulo Wichelhaus: "Que no se entere tu camisa de que te tienes por un teólogo"-"Pessimum miraculum" (el peor terror), decía san Buenaventura de una teología que quiere "entender" demasiado: "El vino se transforma en agua."  

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