Ante el
“descubrimiento” de la espantosa corrupción reinante en los órganos estatales
y, en particular, en el Ministerio Público y en el Poder Judicial de nuestro
país, transcribo un comentario de Carlos Díaz, filósofo, abogado y profesor de
la Universidad Complutense de Madrid (UCM), bajo el título, “Hacia
una comunidad de justos”:
“… la mentira como forma de
comunicación, injusticias (…) impunidad, suplantación de lo legitimo por lo
legal (…) leyes que lejos de resolver los problemas esenciales los enmascara,
violencia, desprecio a la vida, corrupción, desempleo, evasión fiscal, torturas,
secuestros, etc.(…) que son?, se preguntaba San Agustín los reinos sino grandes
latrocinios cuando no existe justicia?
Tal efecto devastador cada vez afecta a
más grupos: a jóvenes provenientes del fracaso escolar que a sus 25 años no
encuentran trabajo estable, a desempleados mayores de 45 (cabezas de familia de
muy difícil reinserción laboral), a obreros que han perdido su puesto de
trabajo, a mujeres con cargas familiares y rentas económicas muy bajas, etc.
La ley habla de justicia y de igualdad,
pero los jóvenes ven crecer las distancias entre ricos y pobres, por efectos de
las políticas económicas neoliberales. La ley habla de democracia, pero la
población vive en condiciones de pobreza. Habla la ley de ideales de
fraternidad, pero los jóvenes palpan una sociedad cada vez más fracturada y
dividida.
La ley habla del aprecio por la nación y
la defensa de su soberanía, pero los jóvenes perciben que los últimos gobiernos
privilegiaron al capital transnacional. Entonces, ¿Cómo pedirles una
convivencia moral recta en este mundo de deshonestidades? ¿Cómo esperar que
sean hombres y mujeres íntegros si los enfrentamos a esta esquizofrenia?
Democracias representativas corruptoras. ¡Dar a cada uno
lo suyo!
Pero, ¿qué entender por lo suyo, si lo “suyo” de un profesional corrupto es
ganar en cinco minutos mil veces más que un obrero o campesino… al año? (…) “Si
el arte de la guerra es el arte de destruir a los hombres, el de la política es
el de engañarlos...”
Campañas y propagandas electorales,
medios de comunicación, insultos, mercadeo y violencia dan lugar a una actuación partidista
atrapalotodo que pone en tela de juicio la fecundidad de los partidos para
construir el bien común. He aquí algunas situaciones reprobables
derivadas de esto:
Privilegios deshonestos: los funcionarios
se auto-confieren regalos, impunidad política, información privilegiada etc. Partidocracia
o prepotencia de los grupos parlamentarios: centralización de los
grupos parlamentarios dentro de los respectivos partidos, verdaderos poderes
monopolíticos.
Burocratización: cuanto más
poder gana el partido, tanto más devienen sus propios miembros herramientas del
speaker (hablador) senadores-diputados-botón, porque se limitan a pulsar la
tecla del tablero electrónico donde aparece reflejado su voto.
Contaminación de lo público y lo privado: mezclado los
gestores de la cosa pública y los empresarios de la cosa privada, se fraguan
pactos directamente entre estos últimos y el Estado… a los ciudadanos
corrientes se les fríe a impuestos.
Opacidad: se falta a la
transparencia financiera de los cargos electos con lo cual se vive en una
permanente situación de desconfianza y de sospecha. Se distribuyen al antojo de
unos pocos los fondos reservados (fondo sin fondo, fondos con doble fondo,
fondos para pagar pistoleros (…)
Fondos para premiar corruptelas, que
deberían ser transparentes, mientras las zonas de opacidad (oscuridad) del
Estado crecen junto con la impotencia y el sentimiento popular maltratadas. Sin
embargo, las cuentas de los ciudadanos, se exigen claras y transparentes.
Judicialización
de la vida parlamentaria: el parlamento llega al extremo de estar un día sí
y otro no en el banquillo de los acusados… al final… nunca castigados...
Infidelidad al votante: ¿Cómo se
permite la fuga de un partido a otro partido si no recibió los votos para
ello?… ¿A quién le pertenece al acta de diputado, al votante o al votado? ¿Qué grado de autonomía le supone al votado
para hacer lo que quiera con los votos emanados de las urnas? ¿Quién controla
al votado?
Resultado: esta
democracia representativa (por cierto representa a un pueblo también corrompido)
es reputada como soberanía del innoble, arte de hacer oprimir al pueblo por el
pueblo, en contra del interés del pueblo, vicios de unos cuantos puestos al
alcance de la minoría, derecho de cada uno a ser su propio opresor:
"Yo soy igual que tú, pero tú no eres igual que yo" etc., y esto termina por reducir a tierra calcinada casi todo.
"Yo soy igual que tú, pero tú no eres igual que yo" etc., y esto termina por reducir a tierra calcinada casi todo.
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