¡VEN SEÑOR JESÚS!
Sabido es que, a causa de nuestra naturaleza caída, el Padre rico en misericordia, envió a su Hijo para redimirnos de tantas lacras y pecados. Hoy un mal muy bien recibido, acaso, como nunca antes es: la Presunción, que nace de una engañosa valoración de nuestras capacidades y que nos hace pretender lograr resultados superiores a nuestros talentos.
“El
grado más alto de presunción es alcanzado por quien ostenta títulos de honor
por cosas insignificantes o, peor aún, por cosas que nunca podrá hacer a un
hombre grande: las riquezas, la arrogancia y la prepotencia”, dice el Dr.
Miguel A. Peláez.
Si la vanagloria mira demasiado alto, la
ambición desmedida entra en peligroso juego, porque el ambicioso sin límites,
acaricia las grandes acciones y el honor que de ellas se desprende, pero
rechaza el cansancio y el esfuerzo que la magnanimidad exige. (El Niño Dios, en cambio, muy humilde...)
El vanidoso tiene la obsesión de
celebridad y nada más; es angurriento de alabanza y honores aunque sean
momentáneos, exteriores o, peor todavía, cuando los méritos son ajenos. Muchos
son los casos que ilustran y fundamentan lo expresado. A continuación uno de
los tantos:
A finales de cada año proliferan aquí y
allá organizaciones que premian a los “más destacados del año”
Iniciativa loable de estimular a la ciudadanía para apuntar a la excelencia.
Pero, ¿cuál es el criterio para determinar quiénes son los mejores del año?
¿Debo aceptar un premio
porque hago bien (si hago) lo que debo hacer bien? ¿Qué es lo destacado en
cumplir con mi obligación de parlamentario, presidente, director, papá,
empleado, jefe, profesor, alumno, hijo, vecino, y demás inacabable lista de
etcéteras?
“Existen dos maneras de llegar alto:
una – cristiana – por el esfuerzo noble y gallardo de subir para servir a los
demás; otra – pagana -, por el esfuerzo bajo e innoble de hundir al prójimo”.
(Miguel A. Peláez en “Ética, Profesión y Virtud”
Así las cosas, recuerdo haber sido nominado a recibir el Premio Galardón Alto Paraná 2006 –
Octava Edición – Rubro: Arte y Cultura: “Destacado Escritor
Paranaense”. Y me pregunto si efectivamente soy merecedor de tan
elevado sitial.
Este precioso tiempo de Adviento sirva
para responder mi propio cuestionamiento. Si la respuesta es: No he sido merecedor y, peor aún, si me
haya cocinado en mi presunción y vanagloria, he de recapacitar para no
repetir el mismo error.
Navidad: es tiempo de paz, amor y reconciliación. La reingeniería de nuestra vida debe hacerse precisamente en Navidad, con el
fin corregir lo malo que nos haya podido hacer, con culpa o sin ella; por
acción o por omisión.
Muchas veces en
nuestro cotidiano convivir y fuera de nuestra voluntad, se cometen acciones
indebidas que hieren a nuestros semejantes, por lo tanto la época navideña es ocasión para reunirnos con ellos y pedirles perdón, luego de una profunda auditoría (balance) de nuestros valores morales.
Hay acciones positivas y negativas en nuestro diario convivir y en razón de nuestras labores, por humilde que sean, que dejan huellas en nuestras familias, lugar de
trabajo, grupos eclesiales; por eso, si amerita, debemos pedir perdón y perdonar, sin dejar heridas abiertas.
Parte de una canción dice: "Da la paz hermano, da la paz, constrúyela en su corazón y con tu gesto afirmarás que quieres la paz. Que tu paz, hermano, sea don. Es el mejor signo de amor que tu nos puedes ofrecer, abrazo de paz". Así sea. ¡Feliz Navidad!
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