sábado, 22 de abril de 2017

PARAGUAY EMPOBRECIDO POR LA POLÍTICA

                                           EN  UN  BANCO  DE  ORO"

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Carlos Díaz, catedrático y filósofo español, fundador del instituto de educación en valores "Enmanuel Mounier" en España, México y Paraguay, que vino a Asunción bajo patrocinio de la Universidad Católica, califica al Paraguay como un país empobrecido por la intolerancia política, un país de mendigos en un banco de oro. (ABC Color 01.06.03)

El entrevistado llamó la atención de políticos, intelectuales, estudiantes y profesionales -hasta del mundo deportivo- a través de una serie de conferencias sobre la educación en valores.

¿Cuál es la calificación que tiene sobre Paraguay? No sé. La gente suele dividir en cuatro grupos. Los países ricos y tranquilos, países ricos y violentos, pobres y tranquilos, países pobres y violentos. De Paraguay yo diría que es pobre y tranquilo. Más que pobre, empobrecido, de los más empobrecidos de la tierra, aunque los más empobrecidos están en África.

¿Qué reflexión le merece este contraste, un país como Paraguay entre Argentina y Brasil y en una región de las más fértiles del mundo? Eso es lo que me apena. Este país tiene muchos tesoros. Uno fundamentalmente es el agua. Las próximas guerras serán por el agua. Ustedes, los paraguayos, son unos mendigos en un banco de oro. El banco es de oro y el mendigo es el 80% del pueblo..

Es un escenario de corrupción, intolerancia, de eternas peleas de élites por el poder y en un lugar olvidado por el mundo. Un escritor le llamaba "la isla sin mar". Aguas sin río, islas sin mar. Yo creo que esta contradicción se da no solamente entre el 20% más rico y el 20% más pobre, sino también entre Asunción y el interior. Son sumatorias. Creo que es hora de buscar algunas soluciones, dejar de llorar por la leche que se derramó y comenzar a hacer algo nuevo.

En ese sentido se circunscribe el encuentro que he tenido con políticos parlamentarios, a quienes no hace falta recordarles lo que tienen que hacer. Sócrates decía que él no venía a enseñar nada, sino ayudar a descubrir lo que ya tenemos dentro.

En este caso, tenemos que ayudar a los políticos a mirarse con respeto y benevolencia, a tomar como suyas propuestas con sentido y esperanza y a evitar "la guerra de todos contra todos" de Hobbes, "de cada uno contra cada uno".

¿Cuál puede ser una fórmula que evite la confrontación virulenta? Yo creo que los gobernantes saben perfectamente lo que tienen que hacer. Lo que hay que tratar es que lo hagan. Ocurre que todavía está vigente el viejo proverbio "Veo lo que es mejor. Lo apruebo, pero hago lo peor".

Nos pasa a todos. Son dificultades de la propia naturaleza humana. Entonces, todo eso que prometen en las campañas, de justicia, igualdad, fraternidad, que intenten ponerlo progresivamente, implementarlo sobre la realidad. Es muy sencillo.

¿Cómo controlar si la tentación por corromperse está como un virus, en el aire? Hay que asociarse en comunidades, sindicatos, asociaciones culturales, recreativas, de estudio, deportivas, de salud, toda clase de grupo que signifique elevar a la persona humana hacia el estado del bienestar.

¿Y si la inmoralidad es un modus vivendi, un instinto de supervivencia? ¿Me permite contarle una anécdota personal? Mi suegro estuvo en la administración democrática que comenzó en 1975 en España. Salió tan pobre como había entrado, pero se granjeó una cantidad de amigos.

Una persona así se vuelve con el tiempo en una autoridad moral. Esos son los mejores. Vamos a mirar hacia ellos y a sumarnos en vez de dar lengua suelta a la demagogia o a la malevolencia. Si yo fuera paraguayo, intentaría formar una sociedad civil para vivir de otro modo y demostrar que es posible predicar con el ejemplo. 

Es posible que en el Paraguay su suegro no sobreviva. Se va a morir de hambre. El honesto es un desubicado. Se pierde dinero. Séneca le responde. La recompensa es la virtud.

Para mí, cuando uno está enamorado de una causa, no necesita de estímulos exteriores. La convicción que uno tiene es la máxima recompensa. Por otro lado, la gente también le corresponde con creces a su pequeño esfuerzo.

En esta clase de sociedades, el político se ha convertido en un enemigo potencial. El político no es un enemigo. Es persona a la que hay que ayudar críticamente. En su beneficio, muchas veces, la mejor ayuda es sacarlo de ahí democráticamente, o mandarlo a juicio si por una conducta criminal induce a la pobreza extrema de su pueblo.

   Si hoy, se repitiera la misma entrevista, ¿serían distintas las respuestas?  


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