martes, 11 de abril de 2017

EL TRABAJO HUMANO DEL

 AUTÉNTICO LÍDER CRISTIANO    (I)

Dice el Fraile mercedario, pedagogo católico y profesor español Alfonso López Quintás: “Al hablar aquí de líderes (…) aludo a personas que orientan su existencia hacia el ideal auténtico de la vida humana, que es el ideal de la unidad y el servicio, no el del dominio y la posesión. Por eso, la primera medida del verdadero líder es ajustar sus actitudes a las exigencias de la realidad. 

El buen líder busca la verdad hasta el fin, no se contenta con medias verdades. Esto implica la superación del relativismo subjetivista y un amor incondicional y desinteresado a la verdad. 
                                   
¿Por qué hablar en estos términos? El amor a la verdad nos lleva a sentir un profundo disgusto e insatisfacción ante el deterioro de la vida humana. Pensemos en nuestra decadencia cultural, el endiosamiento del tecnicismo en perjuicio de la sabiduría, la insensibilidad ante los grandes valores, la inautenticidad de nuestro “modus vivendi” en todos los órdenes...

Al confrontar la diferencia abismal que media entre una persona cabalmente desarrollada y otra envilecida, sentimos la urgencia de formarnos como líderes para elevar a la persona a un estado de excelencia. 

El falso líder hace todo lo posible por lograr una figura atractiva con fin de seducir a la gente y ganar su adhesión. Así, con imagen seductora, vence al pueblo sin convencerlo…porque se mueve en el plano de la mera apariencia, de la manipulación, y opera en por su bien particular, no al bien de los demás. Este tipo de líder No debería tener espacio en la Iglesia de Cristo.

Una persona puede ejercer funciones de líder en ámbitos diferentes -el familiar, el grupal, el nacional, el internacional... en actividad económica, política, ética, educativa, religiosa. Se habló de un gran reto: el ideal de la unidad y el servicio, no el del dominio y la posesión. 

Algunas cualidades de san Pablo, modelo de Líder cristiano: Fue líder en comunidad, viviendo con rectitud. No trabajó de manera aislada. Fue sincero. No buscó agradar con lindas palabras ni adulonería. (1ª Tes. 2, 3-6) Solo le importó la opinión que Dios pueda tener de él. (Gal 1,10) Con valentía y amor, practicó la corrección fraterna a Pedro, su incoherente conducta (Gal 2,11-14).

Líder no es solamente el que tiene capacidad de guiar, sino el que conduce a sus comandados a su pleno desarrollo, su auténtica meta. Para ello es necesario conocer –según dicen algunos expertos- que el Liderazgo posee tres significados principales:

1º. Es un atributo derivado de una posición. status…cargo…coordinación, etc.
2º. Característica de una persona. (Carisma, rasgo personal, cualidades…)
3º. Una categoría de conducta. (la mayor fuerza: conducta- coherencia de vida).
            
Por consiguiente, las condiciones para que el líder sea aceptado en su comunidad parecen ser:

1º. Que el líder sea como “uno del grupo” (comparte ciertas características propias de todos..)

2º. Tiene que percibirse como la “mayor parte de nosotros” (tiene que ser parte del grupo. Une, ayuda, representa e interpreta porque comparte las aspiraciones de los compañeros…)

3º. Tiene que ser percibido como “el mejor de nosotros”. No solamente como autoridad, sino como el que, con su competencia, capacidad y sobre todo, por su conducta intachable, constituye un  paradigma para todos. “Las palabras vuelan…el ejemplo, arrastra”

Dice Juan Pablo Espinosa Arce, Prof. de Religión y Filosofía, en fecha 23.01.17: Pablo es reconocido por sus viajes misioneros. Es “columna que expande la Iglesia” (...) La fundación de las comunidades y la puesta en ella de líderes carismáticos es un signo distintivo del liderazgo misionero de Pablo.


Pero esta evangelización también conoce momentos de desánimo, de incomprensión y de dolor (Cf. 1 Ts 2,2.5). Pero es justamente en esos momentos donde el líder cristiano debe pedir la ayuda del Espíritu Santo, lo cual marca la fisionomía espiritual y la mística del enviado. 

El líder cristiano, con esto, también debe comprenderse como un hombre o una mujer de oración, de vivencia íntima con Jesucristo, vivencia que provoca vivir el dinamismo de la misión. 

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