Virtud del bien trabajoso
El diccionario Cristiano dice:
Fortaleza, vigor físico y moral, capacidad de actuar sobre los otros y resistir
a su influjo. Moral: disposición virtuosa de la parte irascible (propensa a
imitarse) del alma, que le permite obrar
bajo el influjo de la razón y de la prudencia.
Está ordenado a dos actos; soportar la
prueba y la adversidad, y combatir el mal y rodo lo que perjudica. De los dos
actos de la virtud de la fortaleza, el de soportar, es el más característico;
es el acto fundamental de la virtud propia d la paciencia, y de los mártires de
la fe.
Nadie ignora que el poder del mal se
propaga por derecha y por izquierda, por arriba y por abajo, anunciando su
terrible bajeza. La misión de la fortaleza es combatir este poder aterrador del
mal.
Por tanto, la vida moral del hombre no
es una inocente vivir sin riesgo. El
camino de la verdad, el camino del cristiano comprometido no es como la
“evolución” de un vegetal que alcanza su desarrollo, su bien, sin necesidad de
combatir. Nadie es bueno ni mejor sin muchos esfuerzos.
Vivir como cristiano es una tarea
titánica que exige trabajo tenaz y permanente. En esta batalla, ser fuerte
significa contrarrestar los golpes y heridas propias de una guerra. Ser
cristiano es guerrear.
Optar por rechazar el mal ya supone que
el hombre tiene que estar dispuesto a dejarse matar, antes de negar a Cristo o
pecar gravemente. Oír esto es terriblemente indigesto. Ser fuerte no significa
buscar el peligro sino, a pesar del peligro, buscar hacer el bien. Ser fuerte o
valiente no es lo mismo que no sentir miedo. Temor y amor se condicionan
recíprocamente: cuando nada se ama, nada se teme.
El que se suicida – por ejemplo –
cansado de la vida, ya no siente miedo de morir. Entonces de mata. Pero la
indiferencia que surge de la repugnancia por la vida de perro, se encuentra a miles de kilómetros de distancia de
la verdadera fortaleza.
El sentido real de la fortaleza supone
el miedo del hombre al mal, o a hacer el mal; ser fuerte no es infantiloide
bravuconería. Por eso, el acto más propio del fuerte no es sinónimo de ataque,
sino, de resistencia. Ser fuerte no es ser estúpido arrogante.
Esta interpretación errónea debe ser
desterrada de la conciencia humana. Fuerte no es quien porta 80 kilos de
músculos; fuerte es quien cede, porque quien cede es capaz de
soportar y cargar, con las debilidades, ingratitudes, golpes emocionales,
infidelidades, calumnias y demás "bajezas" del otro. Fuerte no es quien pega
garrotazos, ni blande amenazante el puñal.
Como dice la venerable Santa Hildegarda
de Bingen: La paciencia es la columna que ante nada se doblega. La virtud
de la fortaleza mantiene al hombre a salvo del peligro de amar tanto su vida,
que termina perdiéndola. (Las Virtudes Fundamentales p. 207)
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