martes, 1 de abril de 2014

FORTALEZA

Virtud del bien trabajoso

El diccionario Cristiano dice: Fortaleza, vigor físico y moral, capacidad de actuar sobre los otros y resistir a su influjo. Moral: disposición virtuosa de la parte irascible (propensa a imitarse) del alma, que  le permite obrar bajo el influjo de la razón y de la prudencia.

Está ordenado a dos actos; soportar la prueba y la adversidad, y combatir el mal y rodo lo que perjudica. De los dos actos de la virtud de la fortaleza, el de soportar, es el más característico; es el acto fundamental de la virtud propia d la paciencia, y de los mártires de la fe.

Nadie ignora que el poder del mal se propaga por derecha y por izquierda, por arriba y por abajo, anunciando su terrible bajeza. La misión de la fortaleza es combatir este poder aterrador del mal.

Por tanto, la vida moral del hombre no es una inocente vivir sin riesgo. El camino de la verdad, el camino del cristiano comprometido no es como la “evolución” de un vegetal que alcanza su desarrollo, su bien, sin necesidad de combatir. Nadie es bueno ni mejor sin muchos esfuerzos.

Vivir como cristiano es una tarea titánica que exige trabajo tenaz y permanente. En esta batalla, ser fuerte significa contrarrestar los golpes y heridas propias de una guerra. Ser cristiano es guerrear.

Optar por rechazar el mal ya supone que el hombre tiene que estar dispuesto a dejarse matar, antes de negar a Cristo o pecar gravemente. Oír esto es terriblemente indigesto. Ser fuerte no significa buscar el peligro sino, a pesar del peligro, buscar hacer el bien. Ser fuerte o valiente no es lo mismo que no sentir miedo. Temor y amor se condicionan recíprocamente: cuando nada se ama, nada se teme.

El que se suicida – por ejemplo – cansado de la vida, ya no siente miedo de morir. Entonces de mata. Pero la indiferencia que surge de la repugnancia por la vida de perro, se encuentra a miles de kilómetros de distancia de la verdadera fortaleza.

El sentido real de la fortaleza supone el miedo del hombre al mal, o a hacer el mal; ser fuerte no es infantiloide bravuconería. Por eso, el acto más propio del fuerte no es sinónimo de ataque, sino, de resistencia. Ser fuerte no es ser estúpido arrogante.

Esta interpretación errónea debe ser desterrada de la conciencia humana. Fuerte no es quien porta 80 kilos de músculos; fuerte es quien cede, porque quien cede es capaz de soportar y cargar, con las debilidades, ingratitudes, golpes emocionales, infidelidades, calumnias y demás "bajezas" del otro. Fuerte no es quien pega garrotazos, ni blande amenazante el puñal.

Como dice la venerable Santa Hildegarda de Bingen: La paciencia es la columna que ante nada se doblega. La virtud de la fortaleza mantiene al hombre a salvo del peligro de amar tanto su vida, que termina perdiéndola. (Las Virtudes Fundamentales p. 207)


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