LA FLAGELACIÓN
Atroz martirio ¡por amor al pecador!
El pueblo, que una semana antes aclamaba
a Jesús, era el mismo que pedía a Lucio Poncio Pilato su muerte. A esta infame
petición jamás debería acceder una autoridad, es decir, atropellar la justicia
y el derecho por el capricho de un populacho ignorante y embrutecido. Liberar
al asesino Barrabás y condenar al inocente Jesús fue el horrendo crimen de Pilato, juez injusto
y cobarde.
Para dar satisfacción al pueblo, castigó
a Jesús la flagelación. La flagelación era uno de los tormentos más espantosos
que se aplicaba a un criminal o a un esclavo, reo de gravísimos delitos (...) Cicerón lo llegó a llamar Media Muerte, porque muchos de los
que eran sometidos a este castigo, morían durante el tormento.
Tres eran las principales causas de la
flagelación: 1) Como medio de sonsacar a los reos confesiones. 2) Como castigo,
inferior a la pena capital. 3) Como parte integrante de la crucifixión.
La flagelación era pública para
escarmiento de malhechores, se conducía a la plaza o lugar más frecuentado por los
ciudadanos, se le desnudaba y ataba de pies y manos a una columna baja, para
presentar a los torturadores sus espaldas encorvadas.
Este castigo tenía carácter de infamia.
San Pablo, amenazado con esta pena, reivindicó su título de ciudadano romano (Hc 22,25), para evitar
el azote con látigos de dos o más colas que llevaban púas o puntas de hierro
curvadas, conocidas como escorpiones, que rasgaban la piel y podían llevarse
trozos de carne, porque los verdugos manejaban el látigo con destreza y furor.
Era costumbre que seis sayones, parejas
de dos azotaran al reo. Entre los judíos se establecía que sólo podían recibir
39 azotes, según testimonio del mismo San Pablo. Todo hace presumir – de
acuerdo a las costumbres - que el Redentor fue azotado durante 45 minutos.
Era trágico y espantoso espectáculo – Jesús,
verse expuesto a las miradas de curiosos de modo tan insultante - estaba
desnudo - ¡qué vergüenza… atropellado en su pudor!. La desnudez del Señor y los
azotes innumerables que recibió atado a la columna, fueron para pagar nuestras
culpas, deshonestidades y lujuria, embrutecida y degradada.
La célebre vidente Catalina Emmerich, en
sus visiones de la Pasión de Cristo, describe patéticamente algunos pormenores
de la horrible escena de la flagelación. “El
Salvador, hijo de Dios y verdadero Hombre, temblaba y se retorcía como un
gusano bajo los golpes (...) Mientras le pegaban… volvió un instante la cabeza
hacia su madre que estaba partida de dolor (…)
¿Hay palabras para describir los
excesivos dolores que padeció? ¿Qué participación tengo en esta atrocidad
cometida hacia el inocente Jesús? ¿Habrá derramado inútilmente su Sangre o
meditaré su Pasión para recibir ahora mismo su misericordia?. ¡Nuestra es la decisión…!
Nota: Este y el anterior relato, está
tomado de “La Sacrosanta Pasión de Jesucristo” - P. Gregorio Martínez C. con el
propósito de estimular al verdadero cristiano al arrepentimiento y gratitud, y sobre
todo, a solicitar la divina misericordia. (cfr.p. 7)
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