jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO

¡Se Consuma la traición!

Es harto conocido por todos que, durante la Cena Pascual, el divino Maestro dijo: “En verdad que uno de vosotros que come conmigo me traicionará”. ¿Y que hizo el infame y desventurado Judas? Tuvo la execrable hipocresía de preguntar ¿Soy yo Maestro?

La pregunta a Judas: ¿Cuántos perversos imitadores discípulos tienes hoy, aquí y ahora?. Y la pregunta a Jesús: ¿Cuántos, a lo largo de los siglos te seguimos vendiendo, traicionando y entregándote con un “beso de paz”?

El acuerdo para prender a Jesús era: “Aquel a quien yo diere el beso de paz, aquel es Jesús, agárrenlo…” Y con la cautela de un felino que se acerca a su presa, Judas saludó con diabólica cortesía: “Dios te salve Maestro” y se echó al cuello de Jesús depositando sus asquerosos labios en la mejilla de inocente Jesús, el beso de la traición.

La pregunta a nosotros hoy: ¿A cuántos prójimos enviamos a prisión, a la pobreza, al sufrimiento y a la muerte con nuestras actitudes judaicas? … ¡Y a pesar de todo, los dulces ojos del Maestro Jesús se posan en los nuestros, sin reproches! ¿Cuántas personas estarán esperando ser perdonadas por nosotros o dispuestas a otorgarnos perdón, comenzando por la familia, compañeros de trabajo, vecinos….?

¡Qué noche terrible para el traidor, noche de tinieblas y de angustia! Es que el juicio que se celebró en el Sanedrín en sesión nocturna era total y absolutamente nulo, inválido y homicida, porque en aquel satánico conciliábulo – de los doctores de la ley - se cometieron todo tipo de injusticias (¿como tantos juicios de hoy?), pues los procesos en que se juega la vida de un hombre deben realizarse a la luz del día.

Desesperado por el remordimiento - condenaron a muerte a Jesús - Judas devolvió las treinta monedas. Judas,  ¿Por qué no te arrepentiste sinceramente y no le pediste perdón al Señor? ¿No sabías que ningún pecado, por grande y sacrílego que sea, puede superar a la misericordia de Jesús?

¿Por qué pasear toda la noche con remordimiento y desesperación, temiendo caer en brazos del demonio, imaginando las mayores atrocidades en tu mente, aterrorizado por tu mala acción, pensando incluso, en el suicidio?

Lección: Pedro lloró con sincero arrepentimiento su pecado. No rasgó sus vestiduras, rompió su corazón con íntimo dolor y lágrimas por su pecado y luego volvió para pedir perdón. Pedro se arrepintió y se convirtió. Judas se arrepintió, pero se quedó con el remordimiento, y quizá, no creyó que el amantísimo corazón de Jesús había torrente de perdón.

Imitemos a Pedro, no en su arrebato de arrogancia al cortar la oreja de Malco, en el Getsemaní; sí en la humildad de necesitado de amor y perdón. (Enseñanzas del P. Gregorio Martínez Cabello “La Sacrosanta Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”)

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