¡Se Consuma la traición!
Es harto conocido por todos que, durante
la Cena Pascual, el divino Maestro dijo: “En
verdad que uno de vosotros que come conmigo me traicionará”. ¿Y que hizo el
infame y desventurado Judas? Tuvo la execrable hipocresía de preguntar ¿Soy yo
Maestro?
La pregunta a
Judas: ¿Cuántos perversos imitadores discípulos tienes hoy, aquí y ahora?. Y la
pregunta a Jesús: ¿Cuántos, a lo largo de los siglos te seguimos vendiendo,
traicionando y entregándote con un “beso de paz”?
El acuerdo para
prender a Jesús era: “Aquel a quien yo
diere el beso de paz, aquel es Jesús, agárrenlo…” Y con la cautela de un
felino que se acerca a su presa, Judas saludó con diabólica cortesía: “Dios
te salve Maestro” y se echó al cuello de Jesús
depositando sus asquerosos labios en la mejilla de inocente Jesús, el beso de
la traición.
La pregunta a
nosotros hoy: ¿A cuántos prójimos enviamos a prisión, a la pobreza, al
sufrimiento y a la muerte con nuestras actitudes judaicas? … ¡Y a pesar de
todo, los dulces ojos del Maestro Jesús se posan en los nuestros, sin
reproches! ¿Cuántas personas estarán esperando ser perdonadas por nosotros o
dispuestas a otorgarnos perdón, comenzando por la familia, compañeros de
trabajo, vecinos….?
¡Qué noche
terrible para el traidor, noche de tinieblas y de angustia! Es que el juicio
que se celebró en el Sanedrín en sesión nocturna era total y absolutamente
nulo, inválido y homicida, porque en aquel satánico conciliábulo – de los
doctores de la ley - se cometieron todo tipo de injusticias (¿como tantos
juicios de hoy?), pues los procesos en que se juega la vida de un hombre deben
realizarse a la luz del día.
Desesperado por
el remordimiento - condenaron a muerte a Jesús - Judas devolvió las treinta
monedas. Judas, ¿Por qué no te
arrepentiste sinceramente y no le pediste perdón al Señor? ¿No sabías que
ningún pecado, por grande y sacrílego que sea, puede superar a la misericordia
de Jesús?
¿Por qué pasear
toda la noche con remordimiento y desesperación, temiendo caer en brazos del
demonio, imaginando las mayores atrocidades en tu mente, aterrorizado por tu
mala acción, pensando incluso, en el suicidio?
Lección: Pedro
lloró con sincero arrepentimiento su pecado. No rasgó sus vestiduras, rompió su
corazón con íntimo dolor y lágrimas por su pecado y luego volvió para pedir perdón.
Pedro se arrepintió y se convirtió. Judas se arrepintió, pero se quedó con el remordimiento,
y quizá, no creyó que el amantísimo corazón de Jesús había torrente de perdón.
Imitemos a Pedro,
no en su arrebato de arrogancia al cortar la oreja de Malco, en el Getsemaní; sí
en la humildad de necesitado de amor y perdón. (Enseñanzas del P. Gregorio Martínez
Cabello “La Sacrosanta Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”)
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