Preocupación cotidiana
Una cuestión
harta conocida es la preocupación por el futuro. Quien más, quien menos se
estremece ante el incierto “futuro”: negocios, estudios, matrimonio, salud, en
fin, cualquier emprendimiento, tropieza con lo que pueda “venir más
adelante”.
¿Qué será de mi
familia? pregunta el enfermo, accidentado, recluido, o quien está sin trabajo.
¿Qué futuro me aguarda dentro de veinte años, ahora que perdí la posibilidad de
jubilarme?... y tantas otras preguntas, hasta el punto de ocupar la mente, de manera
amenazante.
Es que el futuro
no está garantizado, ni es predecible para nadie, así sea el “preocupado”,
plebeyo o monarca. Luego, es normal que la ansiedad haga lo suyo, es decir,
preocupación: ¿Qué comer, qué vestirnos, cómo pagar las deudas…?
Sólo hay dos
opciones a seguir: Caminar o quedarse. Emprender alguna actividad o lamentarse. Mirar el puente
fino que se está cruzando y no el fondo del abismo. Con otras palabras, echar a
andar la inteligencia para decidir el destino que se desea.
El éxito es para
los emprendedores, guerreros, hacedores, para los que compiten por superar sus
propias dificultades. No se trata de derrotar al otro, ni esperar del otro,
aprobación de lo que - en conciencia - se hace correctamente. Si creo justo y
conveniente afrontar el riesgo de mis propias decisiones, entonces, ¡adelante!.
No tengo que
respirar por bronquios de nadie. Sólo hacer bien, con dignidad, sin preocuparme
del futuro, porque el futuro no existe como campo de acción. Debo
estar convencido de que: el hombre que vive de su trabajo digno no vive con
temor. El que vive de sus inversiones, sin despegar su mirada de la tabla de
cotizaciones, vive inquieto y asustado, porque es consciente que una mala
inversión, puede ser el final de todos sus sueños.
Tampoco debo
olvidar que la única garantía de seguridad es el trabajo honesto y no el dinero
que tengo o que pueda acumular. El trabajo bien hecho me mantendrá creativo y
podrá ser apreciado por los demás.
Finalmente, para
derrotar la preocupación por el futuro, he de saber que las relaciones
interpersonales, sociales, la buena imagen y las palabras, son el mayor capital
que puede tener una persona.
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