lunes, 14 de abril de 2014

EL FUTURO INCIERTO

Preocupación cotidiana

Una cuestión harta conocida es la preocupación por el futuro. Quien más, quien menos se estremece ante el incierto “futuro”: negocios, estudios, matrimonio, salud, en fin, cualquier emprendimiento, tropieza con lo que pueda “venir más adelante”.

¿Qué será de mi familia? pregunta el enfermo, accidentado, recluido, o quien está sin trabajo. ¿Qué futuro me aguarda dentro de veinte años, ahora que perdí la posibilidad de jubilarme?... y tantas otras preguntas, hasta el punto de ocupar la mente, de manera amenazante.

Es que el futuro no está garantizado, ni es predecible para nadie, así sea el “preocupado”, plebeyo o monarca. Luego, es normal que la ansiedad haga lo suyo, es decir, preocupación: ¿Qué comer, qué vestirnos, cómo pagar las deudas…?

Sólo hay dos opciones a seguir: Caminar o quedarse. Emprender  alguna actividad o lamentarse. Mirar el puente fino que se está cruzando y no el fondo del abismo. Con otras palabras, echar a andar la inteligencia para decidir el destino que se desea.

El éxito es para los emprendedores, guerreros, hacedores, para los que compiten por superar sus propias dificultades. No se trata de derrotar al otro, ni esperar del otro, aprobación de lo que - en conciencia - se hace correctamente. Si creo justo y conveniente afrontar el riesgo de mis propias decisiones, entonces, ¡adelante!.

No tengo que respirar por bronquios de nadie. Sólo hacer bien, con dignidad, sin preocuparme del futuro, porque el futuro no existe como campo de acción. Debo estar convencido de que: el hombre que vive de su trabajo digno no vive con temor. El que vive de sus inversiones, sin despegar su mirada de la tabla de cotizaciones, vive inquieto y asustado, porque es consciente que una mala inversión, puede ser el final de todos sus sueños.

Tampoco debo olvidar que la única garantía de seguridad es el trabajo honesto y no el dinero que tengo o que pueda acumular. El trabajo bien hecho me mantendrá creativo y podrá ser apreciado por los demás.

Finalmente, para derrotar la preocupación por el futuro, he de saber que las relaciones interpersonales, sociales, la buena imagen y las palabras, son el mayor capital que puede tener una persona.

A todo lo expresado, se puede sumar esta gran promesa que nos da serenidad y seguridad, pues supera cualquier ansiedad por el incierto futuro: “Miren las aves del cielo que ni siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? (cfr. Mt. 6, 26). 

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