miércoles, 2 de abril de 2014

TEMPLANZA

¡Aplicar el freno… parar un poco..!

Dice el diccionario Cristiano. “Templanza, virtud que modera los deseos de goce o de placeres. La gama de estos objetos se extiende a todas las delectaciones, desde los placeres refinados de la estética o de la audición, hasta los goces carnales.

En sentido más estricto y formal, la templanza se aplica a moderar los deseos de goces del tacto. Las especies de la templanza son la virtud de la abstinencia, por lo que atañe al alimento, la de la sobriedad, relativa a la bebida, y la de la castidad, que atañe a los placeres sexuales. Dado que la templanza es virtud cardinal, a ella se refieren las virtudes de mansedumbre, de modestia, de buenos modales y de sana elegancia”.

Luego, templanza es disciplina interior del hombre, siendo su beneficio más inmediato, la quietud o tranquilidad de espíritu. La pregunta, que no siempre tiene respuesta es: ¿Cómo la parte más íntima del yo, puede desordenarse, a tal punto de autodestruírse? Al viene a mi memoria el rostro de un hombre de vastos conocimientos, cultivado hablar, todavía joven, convertido en pordiosero. (Este comentario señala un hecho, no juzga la conciencia del aludido).

¿Por qué hablo, como, bebo y me excedo, sabiendo que no debo?  San Pablo en Romanos 7, 19 responde: “No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer”.

Templanza es no enceguecerse en la búsqueda de la satisfacción personal, del propio yo; esto supone renunciar a mis gustos y deseos, si lo hago en orden a un bien superior. Es decir, en hacer lo que debo, renunciando a hacer lo que “quiero”.

Pero si renuncio a un placer prohibido (adulterio o fornicación) – por miserablemente avaro no estoy dispuesto a pagar los gastos que me acarrea el placer sexual – es una destemplanza, pues, ¿qué virtud hay en esta “renuncia”?

Abstinencia y castidad, por un lado, y sobriedad en los deleites del gusto y lujuria, son el antídoto de la templanza. Todas las tendencias viciosas crean hábitos: exceso de bebidas, placeres sexuales, drogas, comidas, deseo exagerado de reconocimiento y aplausos, irritabilidad patológica, deseos de obtener vibrantes adhesiones y hasta obsesivas manías de buscar novedades.

El desordenado apetito del “instinto por conocer y experimentar” que nos ofrece el mundo es contrario a la templanza, pues el desmesurado afán por “saber”, huele más a curiosidad patológica.

A propósito, dice Josef Pieper en virtudes fundamentales, p 289: “Claro que, muy probablemente, en vista del atraco a mano armada que se está perpetrando contra los misterios naturales de la creación, seguirá en vigencia aquello de Goethe de que: <si no pretendiésemos saber todo con tanta exactitud, puede que conociéramos mejor las cosas>


Bueno y necesario es cultivar la mente (prudencia); pero no menos necesario y urgente es fortalecer y sosegar la voluntad, el espíritu (fortaleza), para disciplinar la conducta (templanza). Una conducta como la descrita es, prudente, justa, fuerte y templada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario