¿Cuándo honrarán al empobrecido Paraguay?
Se ve, se lee y escucha a políticos de
todos los pelajes, repetir hasta el hartazgo frases como: “Estamos para servir a la patria; nuestros esfuerzos están orientados a
combatir la corrupción; cumpliremos y haremos cumplir las leyes; no
defraudaremos la confianza, bla, bla, bla”.
Sin embargo, y a la luz de los
acontecimientos, no es descabellado pensar que la praxis de la mala clase
política, subsidiada por la enclenque opinión pública, está matando y mutando
al Paraguay, convirtiéndolo en el país del “todo al revés” del “todo
vale”, porque, así nomás loo ko somos. He aquí -al
menos - cinco puntos, para intentar explicar lo antemencionado:
1-
Los buenos toleran dócilmente delitos de los malos.
“Pilatescamente” alegan que cada quien es responsable de sus actos, por tanto,
que se “vean con la justicia”. Lo hizo Pilatos: consintió el mal (Barrabás) y
condenó el bien (Jesús).
2-
Los malos se “organizan” para
defenderse, en un diabólico espíritu de solidaridad corporativa. Se cubren
entre ellos como ocurrió en el Sanedrín (cuerpo legislativo-condenativo e
hipócrita) en tiempos de Jesús.
3-
Los políticos decentes – al parecer –
se avergüenzan
por no subir a la carroza de los corruptos, cuando lo obvio sería sentir
orgullo de tener las manos y la conciencia limpia. (no solamente tranquila,
como afirman tener la mayoría de los delincuentes).
4-
Curiosamente
– quienes mucho tienen que ocultar, es decir los corruptos, sacan pecho y con
la frente alta, desafían soberbiamente a sus víctimas, paseando
impúdicamente por las calles o disfrutando de zalamerías en cualquier sitio
público.
5-
Así
las cosas, la política nuestra, resulta una actividad inmoral-delictiva-lucrativa.
¿Quién no ha escuchado decir que debe aprovecharse al máximo los cinco años de
poder o cargo para “armarse” (parientes, amigos, amantes, chongos y demás
próceres de esta “democracia numérica”, propia de nuestra fauna política
pretoriana guaraní”?
Es que, muchas veces, en la desigual
lucha de los buenos contra los malos, al parecer ya desde el inicio, el éxito sopla
a favor de los perversos, mayoría numérica. Ya el registro bíblico señala que
los hijos de las tinieblas son más astutos, que los hijos de la luz.
“El cansancio de los buenos”, libro de
Roberto Almada, quizá explica – pero no
justifica- la conducta mansa de los
buenos ante tantos malos. La buena noticia es que las almas desgastadas y
averiadas tienen cura. San Pablo nos alienta: “Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos
desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos” (cfr. Gal.6, 9)
Creamos con
firmeza: ¡los indeseables, aunque por ahora ganen, no tienen la última palabra!
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